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La Razón
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He superado con cierta dignidad la muerte del año 2010 y el nacimiento del 2011. Tan sólo he recibido noventa y dos mensajes de felicitación. El pasado año superé con creces el centenar. Ventajas de la crisis. De los noventa y dos mensajes, al menos treinta provienen de amabilísimas personas a las que no tengo el gusto de conocer. Me ha emocionado sobremanera el que decía: «Te deseo lo mejor. Ya sabes lo que te queremos. Chuchi, Gadea, Juan, Dolores y Estefanía». Se me puede olvidar un Chuchi, una Gadea, un Juan, una Dolores y una Estefanía, pero en conjunto familiar es un quinteto de muy complicada omisión. No obstante, y para demostrar mi buena voluntad, les deseo exactamente lo mismo.

Otros treinta tienen matiz político y resultan muy aburridos. Unos pocos son de amigos, y éstos saben de mi mala costumbre de no contestar. Y también los hay de género, poco respetuosos con la corriente buenista al uso. Por ejemplo: «Si quieres que tu mujer mantenga la forma, dile que corra cinco kilómetros diarios, de tal modo que, dentro de diez días estará a cincuenta kilómetros de distancia».

Pero hay algo en la Nochevieja que supera al engorro de los mensajitos. Se trata de los cohetes. En este aspecto me reconozco muy poco mediterráneo. Los cohetes me indignan y los petardos me sacan de quicio. No he conseguido averiguar su gracia, que la tiene con toda seguridad, porque son millones los aficionados al estampido y la explosión. Algunos se dejan una mano en el intento, y no me considero autorizado a juzgar el proceder de los que, habiendo nacido con las dos manos, prefieren quedarse sólo con una. También es cierto que nadie está libre del pecado de la autolesión, y los fumadores no podemos dar ejemplo de nada, aunque a partir de hoy, día 2 de enero del año 2011, iniciamos un difícil período de esclavitud.

Por culpa de la Trini, que como toda persona mediocre, es fundamentalista. Sí, no se equivocan. La que era ministra de Sanidad sin saber nada de sanidad, y ahora lo es de Asuntos Exteriores sin saber nada de política internacional. Lo malo es que la nueva ley gusta también en el Partido Popular, que últimamente hace cosas muy raras. Ahí tenemos a la candidata a la presidencia del Principado, la misma que vota la filial predilección gijonesa de Santiago Carrillo. Muy amiga de Dolores Cospedal, conviene recordarlo para que los astures que votan al Partido Popular, que son muchos, salgan de su asombro. Al final, la política es una cosa que se cuece y disfruta entre amigos al margen de los militantes y los electores. «Ha ganado Gabino», se comenta en Oviedo. Y ha perdido todo el Partido Popular de Asturias. Ignoro si se comenta en Oviedo o no, pero la cosa ya no tiene remedio. Como lo del tabaco.

¿Qué nos prohibirán estos desalmados durante el año 2011? A uno le parece muy bien que se reglamente el uso del tabaco. Respeto en profundidad a los no fumadores, y no hay ninguno que pueda señalarme como un profanador de la pureza del aire que respira. Pero puestos a prohibir, que se prohíba también la venta del tabaco. Se me antoja miserable que el Gobierno prohibicionista se forre con los desmesurados impuestos con los que grava su mercado. De un lado estrictos y del otro asaltadores de caminos. Ay, la Trini. Las próximas elecciones que pierda –las pierde todas y de cualquier condición–, será elevada al más alto rango de nuestra actual dictadura. Que esto huele a dictadura. Los políticos nos consideran imbéciles. Y este es un buen mensajito.