Estados Unidos
Muerte en Juárez tequila en El Paso
En Ciudad Juárez la vida vale poco. Tiroteos constantes, muertes a diario. A todas horas. Y El Paso está enfrente.
«¿Cuántas chicas en «El Pisto» son de Juárez y cuántas de El Paso?». Emilio, Aurelio y Damián apuestan mientras toman unas cervezas en este bar. Aurelio proclama que «se nota rápido de dónde es cada "pelada". Y si hay dudas, mejor, porque vamos a preguntarles».
Han ido a este bar, en la Avenida West Overland, al lado del puente Santa Fe que lleva a Ciudad Juárez (Chihuahua) porque hay fiesta: cervezas a un dólar y chupitos de tequila a dos. Aurelio explica que «con la violencia, los narcos, los narquitos y los "narquíticos", la gente se viene aquí». Emilio añade que «los jóvenes cruzan por la tarde y se queda a dormir con amigos o familiares. Nadie se atreve a regresar a su casa por la noche».
En estas dos ciudades gemelas, fundadas en 1659 por el español Fray García, chocan dos mundos. Al sur, Juárez (600.000 habitantes), una de las ciudades más peligrosas del mundo. Al norte, El Paso (1,3 millones), una de las más seguras de Estados Unidos.
Desde hace dos años, cuando el gobierno mexicano lanzó la Operación Coordinada Chihuahua en la guerra contra los narcos, se ha recrudecido la violencia. Más de 30.000 familias se han trasladado de Juárez a El Paso en lo que va de año. Y eso a pesar de la militarización de la ciudad, con la que muchos juarenses nunca han estado de acuerdo porque no creen que estén más seguros, salvo milagros como el que protagonizó esta semana un bebé de dos años que sobrevivió a la balacera –siete tiros, siete– que acabó con la vida de sus padres cuando un grupo de sicarios paró el coche en el que viajaban los tres.
Corrupción
Rubén García tiene tres albergues de inmigrantes en El Paso y uno en Juárez. Sugiere «legalizar las drogas, por lo menos la cocaína y la marihuana, para terminar con la violencia». García cuenta que en sus casas tiene a varias familias a las que han intentado matar los narcotraficantes, pero el Gobierno de EE UU rechaza que los mexicanos puedan acogerse al estatus de refugiados.
A lo largo de las calles y avenidas, se suceden los negocios cerrados. Carteles de «No armas, no drogas» dan la bienvenida a los clientes en los pocos que siguen abiertos. Una de las peores es la Avenida Lincoln, ahora un lugar fantasma. Aquí estaban los mejores restaurantes, como el «María Chuchuena». Pero sus dueños lo han trasladado a El Paso. Así, ahora parece que las mejores fajitas y música mexicana se comen y se escucha en la ciudad texana.
La guardia fronteriza Valeria Morales habla de que las detenciones en el sector de El Paso han descendido notablemente: 30.000 en 2008; 15.000 en 2009. «Entiendo que (los emigrantes) vengan a buscar una oportunidad. Pero, mi trabajo es evitar que crucen», subraya. En cambio, remite a Washington si se le interroga por casos de corrupción. En abril, el ayudante del comisario de Fronteras, James Tomsheck, admitió que los cárteles mexicanos se han infiltrado en sus filas. Entre 2003 y 2009, se detuvo a 129 agentes corruptos. La oficial Margarita Crispín, arrestada en El Paso en 2007, aceptó cinco millones de dólares para dejar pasar los vehículos procedentes de Juárez.
El Ejército y la Policía mexicanos tampoco están libres de sospecha, con «múltiples denuncias de desapariciones», según el informe de Derechos Humanos de EE UU. Un periodista que investiga el narcotráfico en Juárez desde hace 10 años afirma que «antes sabíamos que toda la Policía estaba corrupta. Pero las normas cambiaron al llegar los soldados, que incluso están detrás de algunas matanzas». Pero no aporta pruebas: «Lo sabe todo el mundo». Después, calla. En Juárez, nunca nadie sabe, ni oye ni ve nada.
La Iglesia, la institución que más confianza inspira
En el Mercado Juárez, ubicado en la Avenida 16 de septiembre, los vendedores están de brazos cruzados. Ya nadie va a comprar nada. «Bueno, quizá empiece a venir la gente un día de estos. Lo importante es que tenemos a "diosito"y estamos vivos», dice uno de ellos.
En la Plaza de Armas, Mauricio Rodríguez, de 28 años, apura un cigarro mientras espera a su madre que reza en la Catedral Nuestra Señora de Guadalupe. «Somos de Durango. Y esperamos para ir a EE UU», afirma el joven, que lleva varios días en Juárez.
La Iglesia es la institución que más confianza inspira en México, según un estudio publicado por Cosulta Mitofsky hace dos semanas. En cambio, los partidos políticos están en el último lugar de esta lista junto con los diputados y la Policía.
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