ANÁLISIS Qué alcance tiene el cambio

¿Influirá en la «primavera árabe»?
La primavera árabe que despertó en algunos países del norte de África hace seis meses con sus poblaciones civiles exigiendo reformas democráticas y que hasta ahora sólo se han cobrado la caída de dos dictadores, en Túnez y Egipto, puede haber encontrado en el rey de Marruecos, Mohamed VI, una vía de salida al parón en el que se encuentran los cambios constitucionales que no se han iniciado todavía en Túnez y El Cairo
 
¿Por qué es importante la reforma?
Mohamed VI en su reforma de la Constitución de Marruecos, que él mismo anunció ayer, hace una primera definición que no es común en los textos legislativos del norte de África: Marruecos es un estado musulmán que garantiza la libertad religiosa. Además de rebajar los poderes del rey en los asuntos religiosos se refuerza la figura del primer ministro, al que se le dan los poderes de un jefe de Gobierno, y la libertad para las organizaciones políticas y sindicales en el Parlamento. Es, sin duda, un primer paso hacía un modelo de monarquía constitucional, aunque aún lejos de los modelos occidentales.

¿Se puede vincular con la evolución de Turquía?
El éxito del primer ministro turco en las tres elecciones que ha ganado desde 2002 y que ha cuadriplicado el crecimiento económico de Turquía en la última década es que ha convencido al mundo árabe de que «se puede ser a la vez una nación musulmana, democrática y próspera».
Erdogan no sólo ha tenido que desmantelar el enorme poder que ejercían los militares desde la época de Ataturk, cuando se creó el Estado moderno turco, heredado del derrotado Imperio otomano, y que estaban considerados como los guardianes del laicismo, sino también reconducir el poder judicial. Tiene, además, un partido político que califica de islamista moderado y que ha conseguido el apoyo mayoritario en las tres últimas elecciones legislativas. Y en el norte de África, las poblaciones árabes que quieren cambiar sus regímenes se miran sin duda en el ejemplo turco.