Literatura
Pepa Fernández por José Luis Alvite
Se dice que la nueva dirección de Radio Nacional de España ha relevado a Juan Ramón Lucas y a Toni Garrido al frente de sus programas porque en su trayectoria se habían manifestado sensiblemente alineados con el bando socialista, lo que me hace suponer que se pretende sustituirlos por alguien que sólo sea libre para compartir con devoción el ideario del PP. No es nada nuevo. Los políticos confunden el periodismo con la propaganda y no quieren periodistas que reflejen la realidad, sino pregoneros que la inventen. Lo que en cierto modo constituye novedad es que el recién nombrado director de RNE prescinda de Pepa Fernández, conductora del magacín de fin de semana, que hacía un programa marcado por la diversidad temática y tan alejado de la política, como distante de la frivolidad. Con la defenestración de Pepa lo que se censura no es la subjetividad ideológica, sino, lisa y llanamente, la creatividad, el esfuerzo y el talento. Al acallar su voz, lo que hace el director de RNE no es otra cosa que castigar la libertad de audición de los centenares de miles de personas de las más diversas ideologías que escuchaban el programa de una profesional a la que admiro desde que la descubrí en 1999 y al instante supe que era un ser humano cabal, libre y concienzudo, una periodista brillante y entusiasta que en la duda de abrevar en las acequias de los políticos habría preferido siempre saciar la sed bebiendo el agua apátrida que la tormenta hubiese dejado en las charcas de la calle. Y yo le rindo desde aquí a Pepa Fernández mi sincero homenaje y le digo que aunque no tuvimos nunca amistad, ni nos hemos visto jamás de frente, encajo el atropello de su segregación como si quienes acallaron su voz en RNE me hubiesen dado a mí una patada en la boca.
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