Córdoba

Sandra cumple el gran sueño

A sus 24 años se convierte esta tarde en Ubrique en la décima mujer que toma la alternativa y lo hará acompañada de Finito de Córdoba y Padilla

Sandra Moscoso
Sandra Moscosolarazon

La vocación se le despertó de golpe. Justo el día que su padre vendía la ganadería: «Cuando vi embarcar las últimas vacas pensé que yo no podía vivir de otra manera que toreando». Atrás quedaba toda la infancia asomándose al mundo del toro en silencio, en un segundo plano: «A los ocho años me puse delante de una becerra, pero me dio mucho miedo. No era capaz. Cada vez que intentaba salir del burladero me parecía un horror. Por eso cuando venían los toreros a tentar a casa, a mí me fascinaba porque hacían lo que me resultó imposible». Lo dice Sandra Moscoso, que esta tarde logrará el milagro de convertirse en matador de toros. Será así la décima mujer que lo consigue en la Historia de la Tauromaquia.

A sus 24 años la jerezana Moscoso hará el paseíllo junto a Finito de Córdoba, que actuará de padrino de ceremonia, y Juan José Padilla, que hará las veces de testigo en la plaza gaditana de Ubrique ante una corrida de Osborne: «Es un sueño y una responsabilidad enorme». Sigue la estela que antes comenzaron Juanita Cruz, Mari Paz Vega y la gran Cristina Sánchez, entre otras. Un camino que inició muchos años atrás, cuando se inscribió en la Escuela Taurina de Jerez. «Me apunté con 16 años y al mes siguiente ya toreé mi primera novillada. Y a la segunda creo que me llevé más de quince volteretas, pero fue una etapa preciosa, porque no me dejaba ganar la pelea y las cosas rodaron muy bien». En la temporada de 2006 dio el primer salto en la profesión. El debú con picadores, donde el toro es más grande, aumenta la responsabilidad y de pronto se cumplen retos que de siempre se antojaron imposibles: torear en la Monumental de Las Ventas «fue una experiencia increíble, reaparecí después de una cornada y ver esa plaza con casi tres cuartos de entrada... Madrid es una plaza muy especial».

Durante tres años, la novillera ha toreado una treintena de festejos: «Ha habido de todo en este tiempo, pero es una profesión dura, porque es muy difícil abrirte paso y lo más duro de todo es que lo que pones en juego es tu propia vida, y la puedes perder. Puedes perder tu ahora. Pero torear se convierte en una necesidad. Los toreros hasta cuando se retiran vuelven pasados los años, o necesitan torear en el campo. No existe nada que sea comparable al sentimiento de estar delante de un toro, a cuajarlo».
 
Sandra sabe de las dificultades que hay en el mundo del toro, pero le gusta mucho más hablar de las que hay para todo el que quiere enfundarse un vestido de luces que para la mujer en particular: «Yo hasta ahora no me he encontrado con una oposición brutal, porque en el terreno que me he movido nadie ha tenido fuerza para quitarme. Claro que se escuchan muchas cosas, pero a mí lo que me gustaría es que la gente viera a la persona, a un compañero, y así decidiera si le gusta o no. Pero sin buscar otra sensibilidad ni pena ni nada de nada».


La hora de la verdad
Los nervios le atenazan si piensa en el gran día, el de la alternativa, esta misma tarde, el que se ha llevado noches y noches de duermevela y largas jornadas de entrenamientos: «No sé ni qué haré cuando llegue el momento». Tan sólo ha toreado una novillada en lo que va de año, pero tiene claro que suplirá la falta de rodaje con el esfuerzo y la ilusión de saber que ha llegado hasta ahí. Pasadas las seis de la tarde ya sólo quedan dos cosas que siempre forman parte de su ritual, peculiar donde los haya: comenzar a vestirse por el pie izquierdo... y esa visita a la puerta del cementerio... «Hace cuatro años me dio suerte de casualidad en un pueblo y corté cuatro orejas y dos rabos. Desde entonces, siempre antes de ir a la plaza paso por allí. Es una locura... Pero es que el miedo hace estragos, qué se yo», dice sonriente Sandra Moscoso, que cuando caiga la noche será ya matador de toros. Una romántica más del toreo.


Torero y empresaria
A pesar de su juventud, Sandra Moscoso decidió hace tres o cuatro años compatibilizar su pasión por los toros con otros caminos y montó «una pequeña empresa de embutidos, que va bien y la verdad es que me gusta».
 Mientras hacía sus primeros pinitos en el mundo del toro, la gaditana siguió estudiando hasta sacarse un módulo de empresariales. Aunque las pasiones del toro están escritas en el alma: «Yo no sé hasta dónde llegaré pero lo que tengo claro, o al menos lo que espero, es irme habiendo respetado siempre a la profesión. Eso está por encima de todo», dice la todavía novillera.



Desde Juanita Cruz y pasando por Cristina Sánchez...
Setenta años han pasado desde que Juanita Cruz fuera la primera mujer en tomar la alternativa en México a pesar de ser española.
Desde entonces, y contando con el doctorado de esta tarde de Sandra Moscoso, sólo diez mujeres han coseguido el hito de convertirse en matadores de toros. Tras la gran Juanita Cruz lo hicieron Morenita de Quindío, Raquel Martínez, Maribel Atiénzar, Cristina Sánchez, Mari Paz Vega, que todavía está en activo; Marbella Romero, la toledana Raquel Sánchez y la mexicana Hilda Tenorio, que fue la última en lograrlo el pasado mes de febrero al tomar la alternativa en la Monumental Plaza México.