Italia

El Prado cabe en un bolsillo

La pinacoteca cataloga sus miniaturas y expone una selección por primera vez

Dos visitantes observan una de las vitrinas
Dos visitantes observan una de las vitrinaslarazon

De cerca, el retrato de Pedro de Alcántara Téllez-Girón que Guillermo Ducker dibujó hacia 1805 muestra claramente la maestría en el trazo del artista: pinceladas que son puro puntilleo para modelar cada sombra bajo el mentón, cada mechón de pelo, cada asomo de color en el rostro sereno del que fuera IX Duque de Osuna. Pero, eso sí, muy, muy de cerca. Porque la obra no tiene más de ocho centímetros de alto por unos seis de ancho y, a simple vista, es difícil apreciar tanto detalle. Es una de las 180 piezas que componen la colección del Museo del Prado de miniaturas y pequeños retratos –y no, no son lo mismo–, que por primera vez sale a la luz en la pinacoteca. Dos vitrinas alojadas en la Sala de la Cámara Acorazada albergan desde hoy una selección de estos fondos, treinta y seis piezas, la mayoría de la escuela española, desde José Alonso del Rivero y Luis de la Cruz y Ríos a Cecilio Corro y Manuel Arbós; aunque también hay una tímida presencia de obras inglesas y francesas, algunas austriacas y sendas piezas de Portugal e Italia.

El amigo de Goya
Es, según la comisaria de la exposición y autora del catálogo, Carmen Espinosa Martín, «una colección particular, sobre todo por la presencia española». Sin embargo, la parte europea es «poco relevante». Aunque cabe aclarar que la escuela española engloba también a artistas extranjeros que desarrollaron su trabajo en nuestro país. Es el caso del propio Ducker (1799-1813), holandés y artista problemático al que su amigo Francisco de Goya sacó alguna que otra vez de la cárcel para que le ayudase con sus encargos, «el gran pintor de la nobleza madrileña a finales del XVIII y principios del XIX», según Espinosa; también Florentino De Craene Naert (Tournai, 1793-Madrid, 1852), y Genaro Boltri (Nápoles, hacia 1730-Madrid, 1788). Varios, de hecho, llegaron a pintores de cámara del rey o reina del momento.

Y es que, como explica Espinosa Martín, las funciones de las miniaturas son básicamente dos: la privada y la de Estado. Las miniaturas llegaron a ser muy populares en los siglos XVI, XVII y XVIII como regalos familiares, dibujos sobre joyas, celebraciones de nacimientos, etc... Pero también se encargaban en la corte y se usaban como regalos diplomáticos. Hay en la muestra un pequeño retrato anónimo del emperador Carlos V y otro de Mariana de Austria, una miniatura de la Infanta Luisa Carlota a cargo de Luis de la Cruz y Ríos, o un retrato del emperador austriaco Francisco I. «Hacia 1891 podemos dar por finalizada la aventura de la miniatura. La aparición de la fotografía causó mucho daño, y sobre todo la industrialización de la fotografía», relata la comisaria.


Pequeñas anécdotas
En las dos vitrinas de la muestra cabe más de una curiosidad. Como el retrato que firmó Goya con motivo de la boda de su hijo, o el abanico que decoró en 1790 Luis Eusebi, el primer conserje del Museo del Prado. La pieza más pequeña de la colección mide 2,8 cm y retrata al emperador Francisco I.

Dónde: Museo Nacional del Prado. Madrid. Cuándo: desde hoy hasta el 26 de febrero. Cuánto: 10 euros. www.museodelprado.es.