Cataluña

La presentación

La Razón
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Estuve en la presentación del libro de Mariano Rajoy, editado por Planeta, en el Hotel Intercontinental de Madrid. Han cambiado las circunstancias y acudió una multitud en socorro del vencedor. El Partido Popular en pleno, y muchos más periodistas que los habituales. Se hacían quinielas de los escaños socialistas. No subían de 115 escaños, pero por lo bajini muchos aventuraban una catástrofe rubalcabiana. Desde que el candidato socialista se ha convertido en el enemigo del español en Cataluña, el optimismo es aún más expresivo en el Partido Popular, aunque Rajoy llama a la cautela, la prudencia y serenidad. Mucha seguridad. A pesar de ello se colaron seis miembros de la «Banda de la croqueta», seis croquétez, que saludaban con campechana efusión a los políticos presentes. En una mesa del salón, Yolanda Barcina, la valiente, inteligente y bellísima Presidenta de Navarra, que había ido por otro compromiso. Con ella será más sencillo recomponer el pacto navarro entre UPN y el PP, pero todo requiere su tiempo y su oportunidad. Una señora entrada en años y en exceso ferviente seguidora de don Mariano, protestaba porque no veía nada. Se subió a una silla. Y como suele suceder a las señoras que se suben a las sillas, se cayó.

Tres chicas jóvenes presentaron el libro. Lo hicieron bien y con brevedad, como si presentaran libros todos los días. Y también estuvo breve, afilado e irónico Mariano Rajoy, que ha atravesado muchos desiertos sin cantimplora, y ya divisa el oasis. Tengo para mí, y lo he repetido en diferentes ocasiones, que Rajoy será mucho mejor gobernante que líder de la Oposición.

No creo en las campañas electorales. Haría muy bien el PP en reducir la suya hasta extremos chocantes. La mejor campaña para el partido Popular es la que le está haciendo Rubalcaba. Por el ambiente que se respira, se puede asegurar que don Mariano no tiene que besar a demasiados niños para triunfar en las elecciones. Se presiente una victoria contundente, a pesar del hedor áspero y callejero que arropará a su promotor socialista.

También favorece a Rajoy el enfado de los cejeros, que soltarán más de una tontería en las próximas semanas en nombre de lo que ellos llaman «cultura». No obstante, el optimismo electoral nada tiene que ver con el social. Rajoy se va a encontrar con una caja vacía, miles de millones de euros de deuda, y un porvenir espeluznante. Los sindicatos mansos se volverán fieros, y más si Rajoy cumple con su compromiso de limitar hasta la legalidad sus constantes subvenciones chulescas. Me decía un ilustre economista allí presente, que si el futuro Gobierno ahorra lo que ha despilfarrado en chorradas y amistades el socialismo gobernante, una considerable parte de nuestra deuda vería aliviada su situación. El dinero público no está para imbecilidades. Con lo que se llevan los pesebristas de la llamada «cultura» se construyen dos hospitales y muchos kilómetros de carretera. Y se aseguran las pensiones de centenares de jubilados. Es de esperar que Rajoy se atreva con ello y con ellos, ajeno a demagogias baratas y berrinches estalinistas. La sociedad lo que busca es trabajo y llegar a fin de mes. Y no es imposible alcanzar el objetivo.

Mientras Rajoy hablaba, Rubalcaba le proporcionaba más votos.