Cataluña

Recorte y despilfarro

No se puede amputar la Sanidad catalana sin haber suprimido el derroche de la política identitaria 

La Razón
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Desde el nacionalismo catalán se interpreta cualquier crítica a la gestión de la Generalitat como un ataque directo a Cataluña. Trampa que se repite desde los tiempos gloriosos de Pujol, con calcada similitud con Maragall o Montilla, y ahora con Artur Mas. Por eso hay que insistir en que criticar al PSC o a CIU nada tiene que ver con la admiración que merece una comunidad que, como Cataluña, ha sido ejemplo para España en tantas cosas durante décadas.
Dicho lo cual tengo que señalar que constituye un auténtico despropósito la forma en que el Gobierno nacionalista está abordando el tema de las famosas «retallades» (recortes) en el ámbito sanitario. La Sanidad pública catalana es excelente y está, con Madrid, a la cabeza de España. No es casualidad que el Rey elija siempre Cataluña para sus revisiones u operaciones, y que otras muchas personas de relieve social actúen de forma parecida. La Sanidad catalana es muy buena, aunque no es perfecta. Como en el resto de España, se cometen excesos en materia de gasto, planificación hospitalaria, medicamentos y otros muchos ámbitos. Por eso se puede y se debe recortar, igual que en los demás sectores de la actividad económica. Pero lo que no es en absoluto justificable es que el grueso de los recortes de la Administración nacionalista se concentre en la Sanidad, olvidando por completo otros ámbitos menos necesarios y más prescindibles desde el punto de vista social. A la hora de suprimir, lo normal sería empezar por aquello que no causa perturbación en la vida diaria de los ciudadanos. Hecho eso, se puede abordar lo demás, incluida la Sanidad o la Educación, pero no al contrario, que es lo que han estado haciendo Mas, Boi Ruiz y compañía.
A última hora, para transmitir la idea de solidaridad, el Govern ha decidido retirar la paga extra de Navidad a todo su Gabinete y al resto de altos cargos. Bien hecho. Por ahí podían haber comenzado. Se empieza por uno mismo y luego se exige a los demás. Pero aunque los recortes salariales de los políticos están bien, no son suficientes. Porque no es presentable que se cierren centros de salud, se aumente la lista de espera, se deje de pagar a las farmacias o se supriman quirófanos cuando el Gobierno Mas sigue derrochando en política «identitarias», subvenciones para la edición en catalán, para el doblaje en catalán, para grupos independentistas como Omnium Cultural, atenciones representativas de la Generalitat, asociaciones pro Paissos Catalans, subvenciones a Spanair, partidas para intérpretes y traductores de castellano, premios a organizaciones secesionistas, medios públicos de comunicación deficitarios, embajadas en el exterior, selecciones deportivas, organismos prescindibles como el CAC y un total de 450 entes y empresas públicas que pierden dinero. Antes de emprenderla a «retallades» con la Sanidad, Mas tenía que haber abordado lo anterior, y por supuesto los gastos de representación del propio presidente de la Generalitat, que son más altos que los del jefe del Gobierno de España. Hecho eso, tendría fuerza moral para justificar lo que está haciendo en la Sanidad. Antes no.