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Castilla y León

«El turismo rural no debe ser un chiringuito»

Esta empresaria de Candeleda, en Ávila, propone «trabajo, trabajo y trabajo» para asegurar mayor excelencia y calidad

«El turismo rural no debe ser un chiringuito» larazon

CANDELEDA (ávila)- La Sayuela es una casa rural con capacidad para diez personas. Situada en Candeleda, dentro de una finca de diez mil metros cuadrados. Ofrece relax y descanso. Pero también actividades «extra», como municursos sobre estrellas, rutas a caballo y gastronómicas, masajes en el jardín, visitas a caballo o excursiones culturales. Encuadrada en la encrucijada de tres comunidades autónomas -Castilla y León, Castilla-La Mancha y Extremadura-, constituye un lugar único para moverse por el entorno de la cara sur de Gredos, con municipios de interés histórico como Oropesa, Cuacos de Yuste o toda la Vera, con un atractivo único. Y el pantano de Rosarito, donde la pesca y el observatorio ornitológico atraen cada año a más visitantes. De hecho, Candeleda es cuna del águila imperial.
Este establecimiento está clasificado con cuatro espigas, lo que denota la calidad en el trato e instalaciones. «Contamos von varios distintivos, como el de Ávila Auténtica, el de Trino (Turismo Rural de Interior y Ornitología) y aparecemos en la Guía Michelin», expone Monserrat, quien asegura que ese reconocimiento es fruto de «trabajo, trabajo y trabajo» para conseguir «mantener un mínimo de calidad en el servicio, porque al final es lo que la gente demanda». Y a esa búsqueda de la excelencia, se añade un entorno único: Candeleda, el Valle del Tiétar. Una zona con agua, sol, microclima. «Ávila Gredos suena tanto a frío, que la gente no imagina encontrar esto: las calles de esta localidad están adornadas con palmeras, naranjos... Se encuentra a 500 metros sobre el nivel del mar, nunca nieva y es muy difícil llegar a bajo cero». La única queja que tiene Monserrat es la cobertura telefónica. «Pésima», asegura. Algo que se suple con el wifi de la zona, que funciona mejor. En cuanto a su trabajo diario, señala que «los autónomos siempre damos un servicio 24 horas, porque siempre estamos pendientes del cliente. Si no damos desayunos o cenas, estamos con la limpieza diaria, y en las horas libres, con el márketing, las ventas, las agencias, y esperando la llamada de un teléfono que nos mata cuando no suena porque falta esa cobertura».
Pese a esos problemas, hasta allí se desplazan, sobre todo madrileños, con unos 30 años - «aunque el perfil ha cambiado, vienen más mayores ahora»- y encuentran tranquilidad y armonia. Como la que existe en el sector hostelero de la zona. «En Candeleda hay muchas casas rurales, pero entre nosotros no somos competencia. Por regla general cooperamos entre nosotros. Cada sitio es diferente».
Otra clase de ocio
«No somos un resort en la playa, ni el ritz, ni el Hilton, aunque tengamos una, dos o cinco espigas», indica Monserrat, que asegura que «nosotros sólo queremos que la gente venga a hacer turismo rural, no turismo a secas. Que sepan lo que van a encontrar». Así, expone que a sólo dos kilómetros y medios de donde están se halla el castro de El Raso: «está muy bien señalizado y conservado y, pese a que no tiene prácticamente promoción, en el último año recibió 70.000 visitas».
Sobre su experiencia como autónomaasegura que «arrancar es sencillo, más que hacerlo como sociedad». Ahora bien, ironiza asegurando que «nuestro colectivo es el más sano de toda España. No enfermamos nunca, lo que es un problema». En cuanto a otras ventajas del régimen al que pertenece desde hace más de una década, cita la libertad. «El móvil ha sido una revolución en nuestro caso. Porque podemos planificar nuestras vacaciones, por ejemplo, aunque en la mayoría de los casos, ninguna pueda disfrutar unas».


De cerca
Monserrat Campesino, la propietaria de «La Sayuela» es otra madrileña que dejó Madrid para vivir respirando aire puro. Una de esas españolas que, como dice el anuncio, buscaba pueblo. Y lo encontró. Allí llegó huyendo del estrés hace catorce años, y allí se ha quedado. Su negocio, según explica, haciendo suya la frase de una amiga, es sencillo: «una casa rural en la que se puede disfrutar de la tranquilidad. No fiesta, no ruidos». Monserrat reivindica la belleza de la cara sur de Gredos. «Aquí también se vive, y además bastante bien», asegura.