Europa

Bruselas

Las envenenadas herencias del PSOE

Zapatero dejará La Moncloa con más paro, menos crecimiento y más déficit que en 1996. Solbes, protagonista de sendas etapas negras de nuestra economía

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MADRID- «La herencia económica que dejará el Gobierno a partir de 2012 será peor que la de 1996». Tan lapidaria frase la decía Mariano Rajoy el 13 de marzo de este año en un acto de su partido en Logroño, cuando ni siquiera resonaban aún los rumores sobre un posible adelanto de las elecciones generales. No habrá que esperar al cambio de año para comprobar si dicha afirmación se ajusta a la realidad. Con los datos en la mano, Zapatero ya dejará España peor de lo que lo hiciera Felipe González en el año 1996.

Y eso es mucho decir porque tras casi catorce años de «felipismo», nuestro país no cumplía ni uno solo de los criterios económicos fijados para entrar en la «primera división» europea. A saber, los requisitos del Tratado de Maastricht se fundamentaban en cuatro pilares básicos: la tasa media de inflación, el tipo medio de interés a largo plazo, el déficit público y el ratio de deuda pública respecto al PIB. Bruselas fijaba un tope máximo y los Estados Miembros debían estar por debajo de ese límite o, al menos, en proceso de cumplir dichas exigencias. Cuando en marzo de 1996 Felipe González dejaba el testigo a José María Aznar ninguno de estos cuatro criterios se cumplía. Dos años más tarde, momento del examen de la UE, España superaba tres de esos puntos, y el cuarto estaba en camino de hacerlo.

La tasa de inflación era del 1,8% en el periodo de referencia, por debajo del 2,7% estipulado por el Tratado, cuando en 1996 superaba el 4,3%. Además, el tipo de interés a largo plazo era en 1996 del 8,7%, muy por encima del 6,3% que se logró alcanzar dos años más tarde, por debajo del 7,8% estipulado. Y el déficit público con respecto al PIB había sido rebajado del 6,6 al 2,6% en 1998, cuando el máximo podía ser del 3%. Tan solo la deuda pública estaba por encima del valor de referencia del 60%, situándose en el 68,8%, aunque ya en proceso descendente desde que en 1996 alcanzara su máximo histórico por entonces del 70,1%. Era el único criterio de convergencia que entonces no se cumplió, aunque la previsiones decían que este ratio seguiría descendiendo en los siguientes años. Y así fue, porque en 2004 el Ejecutivo popular logró rebajar la deuda pública hasta el 59% sobre el nivel del PIB.

Eso sin mencionar todavía el indicador más dramático de todos: el desempleo. Cuando González dejó la Presidencia, la tasa de paro alcanzaba el 22,8%, con 3.710.400 españoles engordando las listas del INEM. Hoy, las cifras no son muy diferentes de las de hace quince años. Con 4.833.700 desempleados, según la última encuesta de población activa, la tasa de paro alcanza el 20,89%.

Solbes, en ambos periodos
Mención especial merece el que ha sido el responsable de las finanzas en ambas etapas socialistas, Pedro Solbes. El que fuera ministro de Economía de 1993 a 1996 con Felipe González fue también designado como vicepresidente segundo y ministro de Economía y Hacienda para llevar las cuentas de nuestro país, en un momento tan delicado como la crisis financiera de 2008. Su última andadura no fue fácil. Recibió múltiples críticas a su gestión, entre otras cosas por su interpretación más que benevolente de la mayor recesión de la posguerra a la que calificó una y otra vez de «pequeña desaceleración económica transitoria». Sus defensores alegan que mientras él quería contener el gasto público, Zapatero le impuso «medidas populistas» como la del cheque bebé y la ayuda de 400 euros.

El legado de Aznar en 2004
Al Zapatero llegó a La Moncloa con una economía próspera y por completo saneada que le permitió tocar el cielo con los dedos y llevar a cabo todas y cada una de sus denominadas «políticas sociales». Cuatro años más tarde, disfrutábamos de la tasa de paro más baja de la democracia (8% a finales de 2007), de unas cuentas públicas con superávit y nuestra economía estaba cómodamente instalada en un crecimiento constante.

Sin embargo, el exceso de políticas del despilfarro, del déficit público descontrolado (sobre todo en lo que respecta a las comunidades autónomas) y el incremento insostenible de la deuda pública iban a pasar factura tarde o temprano. En 2008, España era ya presa de todo lo anterior citado y ante los ojos de toda Europa, era el país que más se endeudaba en menos tiempo, al que menos visos tenía de salir de la recesión y, por encima de todo, el que más empleo destruía de todo el viejo continente.

La situación desde entonces no ha variado demasiado. El próximo responsable de la finanzas del Ejecutivo comenzará con peores datos que en 1996 en el promedio de crecimiento anual (1,2%) y en el ratio de deuda pública, que alcanza ya su máximo histórico del 78% sobre el PIB o en la tasa media de inflación (3,1%). Se busca un nuevo Rodrigo Rato que nos saque del atolladero.


El desempleo no es para todos
- Con un 6,1% de desempleo, Alemania cuenta con una de las tasas más bajas del Viejo Continente. No es casual que el país germano sea una referencia no sólo en Europa sino en todo el mundo.
- Un posible recorte de su solvencia no ha afectado para que el país galo experimente una subida de su tasa de paro. Su porcentaje del 9,7 sigue siendo un ejemplo para nuestro país.
- Sin llegar al nivel de España, Reino Unido está sufriendo un incremento en su tasa de desempleo. Pese a que marca los máximos niveles en catorce años, aún se mantiene en el 7,7% de paro.
- Especialmente significativo es el caso de Italia si se compara con nuestro país. Si su situación, según los analistas es casi tan mala como la nuestra, ¿por qué sólo tienen un 8% de desempleo?