Historia

Los Ángeles

Beatle y Hare Krishna por César Vidal

George Harrison, el más lírico de los Beatles, hizo en «My Sweet Lord» una devoción a Krishna. Fue uno de tantos occidentales engañados

Los Beatles, con Maharishi Mahesh Yogi, en 1967
Los Beatles, con Maharishi Mahesh Yogi, en 1967larazon

Se ha discutido qué pudo desencadenar el interés de George Harrison por la espiritualidad hindú. Algunos han atribuido la peculiar circunstancia a un viaje a las Bahamas donde conoció a algunos hindúes que le hablaron de la reencarnación. Otros lo conectan con Ravi Shankar. Extraordinario intérprete de sitar, Shankar compartió el interés de millones de indios por la figura de Sai Baba. De hecho, se conserva una grabación cinematográfica en la que Sankar y Harrison –éste último, barbudo y con cara de desconcierto– contemplan una de las exhibiciones de Sai Baba.

Diversas filmaciones acabarían dejando de manifiesto que Sai Baba no pasaba de ser un farsante que se sacaba penes de piedra de la boca como símbolo de poder divino y esparcía polvo plateado sobre sus adeptos gracias a burdos trucos de prestidigitación. Si Harrison se distanció de él, posiblemente se debió más a otro factor. A finales del siglo XIX, el avance del cristianismo –especialmente de las confesiones protestantes– en la India era sensacional.

Fue entonces cuando algunos gurúes decidieron viajar a Occidente para contrarrestar la situación. Estos personajes captaron fácilmente la repugnancia occidental hacia el politeísmo y presentaron una visión del hinduismo en la que los dioses eran presentados como simples manifestaciones del Único. Que millones de hindúes desconocieran tal posibilidad no era importante si los occidentales mordían el anzuelo. Como George Harrison. En 1967, apoyó a Mahesh Brasad Warma, nacido en India, y más conocido como Maharishi Mahesh Yogi y Gurú Deva. Fundador de la Meditación Trascendental, el gurú Maharishi se había asentado en Los Ángeles en 1959, pero hasta que Harrison se fijó en él apenas nadie reparó en se existencia.

Luego vinieron Mia Farrow, los Rolling Stones o los Beach Boys. A la sazón, Maharishi recibía como pago una semana de ingresos de sus adeptos y pareció tener éxito… Hasta que John Lennon lo acusó de farsante y sus ganancias se desplomaron. Años después, a mediados de los setenta, fundó Meditación Trascendental, pero, para aquel entonces, Harrison estaba en otras cosas.

«Living in the Material World»
Había recalado en los Hare Krishna. La adoración del señor Krishna comenzó en Bengala en el siglo XVII, cuando Caitanya Mahaprabu intentó revitalizar un hinduísmo dividido entre los seguidores de Shiva y los de Vishnú, sosteniendo que éste era, en realidad, una nueva encarnación de Krishna. El movimiento krishnaita apenas tuvo peso hasta que en el siglo XX lo impulsaron personajes como Bhaktivinode Thakur, Sri Srimad Bhaktisiddhanta y Saroswati Gosvami Maharaj. Este último convenció a un graduado en filosofía y economía llamado Abby Charan De para que llevara el mensaje a Occidente. El 18 de septiembre de 1965, desembarcó en Nueva York con tan sólo ocho dólares en el bolsillo. La mezcla de semi-monoteísmo e hinduísmo de Prabhupada atrajo a Harrison, que dedicó una canción a Krshna titulada «My Sweet Lord».

El LP «Living in the Material World», dedicado a los Hare Krishna, implicaría un impulso extraordinario para la secta. Cuando falleció Prabhupada, contaba con más de 10.000 adeptos y una cuarentena de templos en Estados Unidos. El 9 de marzo de 1982, el Parlamento europeo promulgaría un documento sobre los peligros que las sectas representaban. Junto a la Cienciología o la Iglesia de Unificación del Reverendo Moon, incluía a los Hare Krishna.

Nada de aquello afectó a Harrison. A su muerte afirmaba que todas las religiones eran como ramas de un mismo árbol cósmico, aunque, según algunas fuentes, no dejó un céntimo a los Hare Krishna. Quizá, al final había reflexionado.