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Barcelona

ANÁLISIS Suplantar a la democracia

La Razón La Razón

Sociológicamente, ¿el movimiento 15-M tiene recorrido después de las acampadas?
–El movimiento del 15-M debería haberse disuelto una vez realizada la propuesta. Todos sabemos lo que pretenden y lo que buscan. No tiene ningún sentido el hecho de que se reúnan en Sol para determinar las líneas de actuación en el futuro. No estaría mal recordar las bases de la protesta, pero decidir por ellos mismos, al margen del pueblo, lo que se debe hacer, es suplantar a la democracia.

El empeño por desmarcarse de la violencia tras los incidentes de Barcelona, ¿otorga mayor legitimidad a los indignados?
–El hecho de que la propuesta no haya sido violenta tiene dos interpretaciones: una aparente y otra real. La aparente es que los inductores del movimiento pretendían sumar el mayor número de personas en la manifestación, y lo han conseguido. Otra cosa bien distinta es la interpretación real. La verdadera intención de los organizadores no es juntar a la gente descontenta, sino evitar, a través de ellos, que la derecha llegue al poder. Aquí radica la verdadera intención del movimiento. La derecha ha ganado la mayoría de las alcaldías y presidencias de comunidades autónomas y ahora hay que evitar que llegue al poder de la nación, o si lo hace que no pueda gobernar en paz. Ésta es la táctica y la estrategia.

¿La protesta responde a un perfil sociológico determinado?
–Los indignados responden a un perfil, jóvenes en paro, pero a ellos se han sumado otras personas por razones ideológicas. A qué responden, sino, ciertas reivindicaciones como la del euro, o cargar las tintas sobre la banca, el mercado, etc. No he escuchado un ataque contra las Cajas, que son las que han despilfarrado el dinero, y de momento no veo ninguna alternativa para la economía de mercado. Nada se dice de la responsabilidad individual de afrontar la crisis. Lo malo depende de los demás.

¿Cómo podrían canalizar a partir de ahora sus reivindicaciones?
–Sus propuestas deberán tener estas dos soluciones: o bien los partidos políticos introducen en sus programas las reivindicaciones que sean asumibles, o bien se crea otro partido que recoja las propuestas de los indignados. Damos por bienvenido el movimiento, si ello ayuda a los partidos a abrirse a la sociedad y profundizar en la democracia, y advertimos a los del movimiento, si quieren crear un partido, que deben presentarse a unas elecciones y al final decidirá el pueblo si está o no de acuerdo con su programa. Suplantar la voluntad del pueblo con un movimiento callejero sería ir en contra de la democracia.

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