Damasco

La pesadilla siria por Manuel Coma

El volumen de las acciones emprendidas contra el régimen en Damasco y Alepo ha sido una gran sorpresa

La Razón
La RazónLa Razón

La cuenta ya pasa de los 19.000 muertos, habiendo dado un salto de 2.500 en poco más de una semana. Hasta ahora el régimen trataba de no sobrepasar las cien víctimas mortales cada siete días, para preservar el alto nivel de repugnancia por la intervención de ese centenar de países que bajo el nombre de Amigos de Siria se reúnen cada cierto tiempo para pedirle a Bachir el Assad que se vaya. La militancia armada interior ha querido darle un vuelco a la situación con un espectacular acto de fuerza: Lanzándose al ataque en los dos principales bastiones del gobierno, la capital, Damasco, y la mayor ciudad del país y su centro comercial Alepo.

El régimen se ha deteriorando poco a poco y sus enemigos han ido fortaleciéndose a un ritmo igualmente lento. La coordinación entre las diversas unidades militares/guerrilleras/terroristas entre sí y con sus respectivas organizaciones políticas locales es desigual, pero no llega muy lejos. Las fuerzas de régimen, cuyo armamento mejora gracias a la ayuda iraní y rusa, siguen siendo muy superiores, capaces siempre de desbaratar cualquier núcleo localizado de oposición, pero incapaces de mantenerlo luego, con lo que sus opositores están ya controlando de facto, aunque expuestos a retrocesos puntuales, más de la mitad del territorio nacional y en muchas zonas disputadas han conseguido imponer una suerte de interdicción terrestre: las tropas gubernamentales no se atreven a circular en camiones, por su vulnerabilidad al arma de elección de los insurgentes, los llamados Artefactos Explosivos Improvisados (IED, por sus siglos en inglés, que protagonizaron la lucha contra los americanos en Irak), traídos por los yihadistas del país vecino (radicales suníes que apoyan el levantamiento y que están acudiendo de todas partes, en número sumamente discutido).

El volumen de las acciones emprendidas contra el régimen en Damasco y Alepo ha sido una gran sorpresa para todo el espectro político interno y exterior. No cabe duda de que representa un punto de inflexión en el desarrollo del conflicto. La hasta ahora inquebrantable confianza del régimen ha experimentado una tremenda sacudida, aunque la ha enfrentado sin muestras de flaqueza. No ha sido suficiente para propiciar una intervención exterior ni para que Rusia y China cedan en su bloqueo de resoluciones sancionadoras en el Consejo de Seguridad de NNUU, pero los países que consideran la salida de Al Assad como el principio indispensable de cualquier posible arreglo le han visto las orejas al lobo y están incrementando su presión y sus acciones. Sólo uno, por supuesto, cuenta decisivamente, los Estados Unidos, aunque no actuará más que muy arropado por árabes, turcos y europeos. Para Obama, la cuestión siria es un incordio electoral, pero se encuentra con que las acusaciones de pasividad desde la derecha americana y de la tropa izquierdista de los de «la obligación de proteger» pueden empezar a ser más costosas que seguir dando largas al asunto. Sus enemigos políticos no dejan de restregarle las idílicas caracterizaciones de Bachir Al Assad como un reformista de toda confianza. La Casa Blanca ya ha hecho saber que la CIA se está ocupando muy activamente del tema, proporcionando ayudas no letales, en vías de incremento, entre las que se incluyen las informaciones de inteligencia, cuya inocuidad es dudosa, sobre todo si tienen algo o mucho que ver con la otra sorpresa de la pasada semana, puntual pero no menos importante: el atentado que eliminó a cuatro de los principales jefes de seguridad del régimen. ¿Un topo insurgente en el más íntimo círculo de la elite reinante, la CIA o el Mossad? Decididamente, lo más probable es el soplo externo. Nada de lo que concierne al futuro cada vez más próximo de Siria deja de preocupar, con toda razón, a un número cada vez mayor de países. Las posibilidades de desestabilizar toda la región y hacer que las sacudidas del seísmo político alcancen regiones muy distantes son prácticamente incontenibles. Es una de esas circunstancias en que las opciones reales van de lo malo a lo pésimo. A los limítrofes, la camisa no les llega al cuerpo. La tarea urgente de la comunidad internacional, es decir, de aquellos países que cuentan en alguna medida, es esencialmente un ejercicio de limitación de daños. Espías y agentes secretos tienen mucho trabajo pero el más apremiante, en el caso de Israel cuestión de supervivencia, es el de las armas de destrucción masiva. Una de las novedades que ha traído consigo los últimos acontecimientos ha sido que el régimen ha reconocido por primera vez poseerlas y estar desplazándolas de sus almacenamientos habituales. Dice que sólo las utilizará contra enemigos exteriores, pero el caso es que para él todos los que le han plantado cara son terroristas venidos de fuera. La posibilidad de que se las pase al Hizbolá libanés es, ante todo para Israel, estremecedora. Se baraja también la hipótesis de que los alauitas, que forman la columna vertebral del régimen, las utilicen para atrincherarse en su región mediterránea y las montañas vecinas. Estos no son más que algunos de los muchos males que le pueden acaecer a Siria y repercutir en los demás.

 

MANUEL COMA
Presidente del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES)