Barcelona
El enemigo común por José Manuel Cansino
«La lucha interna nos debilita, la lucha externa nos fortalece». Era una máxima que solía emplear el médico y político de La Línea de la Concepción, Narciso Perales, cuando trataba de poner orden en su familia ideológica con un éxito mucho menor que la reputación que se ganó en la Organización Internacional del Trabajo como pionero mundial de la salud laboral.
No hay como buscar un enemigo común al que culpar cohesionadamente de los males que nos aquejan para así desresponsabilizarnos de la parte de culpa que nos toca. El nacionalismo, en sus diferentes formas, conoce bien los réditos de un discurso de victimismo frente a un común opresor. Pero aunque el discurso sea tan rancio como la propia visión aldeana en un mundo global, con frecuencia se rescata como ahora, en mitad de esta «gran recesión».
A medida que se desempolvan la barretina o las sevillanas que buscaban liberar a Andalucía ¿de sus cadenas?, se utiliza el mismo polvo para oscurecer, por ejemplo, los datos de endeudamiento autonómico del segundo trimestre del año que acaba de publicar el Banco de España. Unos datos que muestran que el endeudamiento de la Junta de Andalucía ha crecido un 4,4 por ciento (hasta los 15.442 millones de euros) y el de la Generalidad Catalana, un 3,5 por ciento (sumando ya 43.954 millones de euros).
Y aquí tenemos que al enemigo común, que para unos es España y para otros Madrid, se le exige enjugar esta deuda, bien sea en forma de pacto fiscal a imagen del régimen foral vasco-navarro, bien sea en forma de anticipo de 1.000 millones de euros. Por supuesto, nada de discurso de responsabilidad compartida o buscar soluciones cooperativas para salir del atolladero. Por cierto, que de soluciones cooperativas entiende bien el consejero Mas Colell ya que es un economista académico experto en Teoría de Juegos.
Nada de arrimar el hombro como cotidianamente se ven impelidas a hacer las familias y las empresas españolas para supervivir. Nada. Buscar enemigo común y cargarle con las culpas; las que le correspondan y las propias.
Ambas estrategias –la del pacto a lo vasco/navarro y lo del anticipo– tienen su explicación.
En el primer caso, hemos visto recientemente al presidente de la Generalidad orlándose de los presidentes de las cuatro diputaciones provinciales catalanas. Si alguien dudaba de la utilidad de estas administraciones públicas decimonónicas, pues aquí ven su «sentido». Sirven para parecerse a las diputaciones forales vascas y navarras, que son las competentes en materia fiscal pues no existen dos territorios forales (País Vasco y Navarra) sino cuatro; uno por cada provincia vasca más Navarra. Por cierto, que Navarra, Cantabria, Murcia y La Rioja, no por ser comunidades autónomas uniprovinciales dejan de tener administración autonómica; todo lo contrario: Diputación y Administración autonómica, que ahí está el contribuyente para pagarlo.
En el segundo caso, la Junta de Andalucía solicita un anticipo de 1.000 millones de euros en lugar de acudir al Fondo de Liquidez Autonómico ¿Por qué? Porque el anticipo no computa como deuda y pedir el dinero al fondo, sí, y Andalucía tiene para 2012 un límite de endeudamiento de 2.500 millones de euros.
Pero ¿y si a fuerza de Diadas o de que la Caja Rural nos cante publicitariamente las sevillanas de «las cadenas» que ataban a Andalucía buscando a los clientes de la exCajasol ahora, La Caixa, se rompe el modelo cooperativo que tanto recomienda la Teoría de Juegos?
¿Sería económicamente viable una Cataluña independiente?
El profesor Mikel Buesa cifraba la caída del PIB catalán en casi un veinticinco por ciento si Cataluña se independizase de España. Sería el precio de hacer ondear la señera estelada en solitario. Un precio que posiblemente no estarían dispuestos a pagar muchos de los manifestantes del pasado 11 de septiembre en Barcelona, salvo quienes lideraron la revuelta que, por supuesto, no serían de los que perdiesen.
Es este argumento el que parece inspirar la estrategia del Gobierno de Rajoy. Una estrategia tan rancia como el mismo nacionalismo de campanario y que pasa por servirse de los empresarios para que sean estos quienes aplaquen la deriva independentista.
Claro que siempre está el camino de convertirse en un paraíso fiscal a lo Gibraltar con la, quien sabe, bendición incluida de algún tribunal internacional. El sueño pragmático de todo nacionalista es el de puentear la caída económica pos-secesión consintiendo albergar como mal menor una cueva de piratas y reducto de traficantes.
Precisamente eso recordaron al primer ministro de Gibraltar los ciudadanos que hace unos días le entregaron una bandera pirata en mitad de la rueda de prensa que ofrecía atendiendo a la invitación cursada por el Club Antares de Sevilla.
La larga historia de España es prolífica en ejemplos que demuestran que el independentismo en los ricos es un interés y en los pobres, una alienación. Es lamentable que muy poco haya de recuperar para España la conciencia y el ímpetu de la unidad que algunos dan por perdida. Ese sería el camino.
José Manuel Cansino
Profesor titular de Economía en la Universidad de Sevilla
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