Río+20 ya (III) por Ramón TAMAMES

Tras el breve paréntesis sobre «Bienestar Animal» del pasado domingo, volvemos al tema de Río + 20; recordando que en las dos entregas anteriores nos ocupamos de algunas cuestiones importantes: atmósfera, uso de la tierra, disponibilidad de agua dulce y estado actual de los océanos. Continuamos ahora con otros asuntos por igual fundamentales.
Los ESPACIOS PROTEGIDOS cubren en la actualidad casi el 13 por ciento de la superficie emergida del planeta y en una serie de casos están administrados por comunidades indígenas. Una protección que, sin embargo, resulta insuficiente; entre otras cosas, porque en las áreas más silvestres son necesarios corredores biológicos que den continuidad a las áreas preservadas. Además, la insuficiente guardería impide frenar el furtivismo y el expolio en las áreas más remotas, muchas veces en connivencia corrupta con autoridades locales.
En cuanto a DIVERSIDAD BIOLÓGICA, a partir del Convenio de 1992 se fijaron las «Metas de Aichi» (por el nombre del lugar en que se celebró el encuentro del Pnuma para tales efectos, en Japón), que ofrecen un enfoque mundial concertado para revertir la pérdida de diversidad. Pero esas metas no impiden que estemos ante una «nueva gran extinción», por primera vez de origen antrópico.
Cuestión también de importancia creciente es el control de la CONTAMINACIÓN QUÍMICA: una industria de grandes beneficios para la agricultura, en términos de fertilización y control de plagas en la producción de alimentos; así como para la industria manufacturera, la medicina y la electrónica. Debiendo recordarse que hoy se comercializan 250.000 productos químicos diferentes, muchos de ellos con graves riesgos para el entorno y la salud humana. Para evitarlo, hay acuerdos internacionales, entre ellos, desde 2006, el «Enfoque Estratégico para la Gestión de los Productos Químicos» (Saicm por su significado en inglés). Pero, como siempre, la falta de medios para la supervisión impide su cabal cumplimiento. Seguiremos la próxima semana.