Nueva York
Mortier toma el poder en el Real
Una mesa larguísima, 11 personas y la presentación en bloque de las tres óperas de septiembre. La nueva era del coliseo, inaugurada ayer, lleva ya el sello del gestor.
Casi puntual, aunque pasaban algunos minutos de las doce del mediodía, Miguel Muñiz, director general del Teatro Real, daba la palabra al ya actual director artístico y musical del coliseo, Gérard Mortier, quien acercándose al micrófono que tenía enfrente lanzaba su primera y franca frase: «Estoy nervioso y contento». La última vez que se la había visto fue en la misma casa, en el mes de marzo. Presentó entonces su primera temporada como director, hecha a cuatro manos (aunque alguna mano pesaba más que otra) con el ya ex responsable artístico, Antonio Moral ante un auditorio abarrotado. Dijo entonces que no volvería a hablar hasta septiembre. Lo ha cumplido.
La gran familia
Sobre la larga mesa vestida de rojo apagado (nada que ver con el traje fuego y negro que lucía la imponente soprano Measha Brueggergosman) expuso los tres temas sobre los que va a pivotar la nueva era que ayer inauguró: espíritu de equipo («que trabajamos como si fuéramos una familia. El modelo está en el pasado, en compañías como las de Shakespeare o Molière.
En la Ópera de París no lo conseguí porque era demasiado grande, pero aquí creo que sí», confiesa), insistir en la vertiente teatral y musical del espectáculo operístico y establecer una diálogo fluido con el público. Nada había dejado a la improvisación, ni la disposición de la mesa, ni la colocación de las sillas granates de terciopelo en tres hileras. Mortier sabía hasta dónde había una despistada mota de polvo (saludó amabilísimo a la Prensa e incluso se permitió un chascarrillo sobre Almodóvar).
Ejerció Mortier de maestro de ceremonias y dio por riguroso turno la palabra a diestra y siniestra y dejó que se expusieran las novedades, centradas en el cambio de formato del libreto de mano (con portada de Eduardo Arroyo, gran amigo del belga), la publicación de una revista bimensual, así como la importancia que cobra el apartado audiovisual. Reacio tiempo atrás a las pantallas gigantes (criticó la inclinación de Peter Gelb, director del Metropolitan de Nueva York, por sacar la ópera de su hábitat y proyectarla en pleno cogollo de Manhattan), ha acabado por dejarse seducir por ellas y el sábado se retransmitirá «Eugenio Oneguin», de Tckaikovski, título que abre la temporada, frente al coliseo, cuando aún resuenan los ecos del exitazo del Boccanegra de este verano en la voz de Plácido Domingo. Quizá eso le haya animado... Si de novedades hemos de hablar, una de las principales viene de la mano del coro y de su titular, el argentino Andrés Máspero (cuyo nuevo cargo ya adelantó LA RAZÓN).
Sin Sonsoles Espinosa
Las voces de la nueva formación se podrán escuchar por primera vez en «Auge y caída de la ciudad de Mahagonny», de Kurt Weill, que se estrena el próximo 30 de septiembre. Máspero contó que las audiciones comenzaron el pasado 16 de agsoto y que son 52 los elegidos después de unas «audiciones estrictas y severas en las que ha primado la calidad vocal y la importancia de saber trabajar en conjunto. Tengo la garantía de haber constituido un grupo de absoluta calidad», aseguró el argentino. Hay preponderancia de voces masculinas, 30 hombres frente a 22 mujeres, que se dividen en 12 sopranos, 10 contraltos, 16 tenores y 14 barítonos bajos, la mayoría españoles, pero también llegados de México, Chile, Colombia, Cuba, Italia, Francia o Alemania. ¿Cantará Sonsoles Espinosa, esposa del presidente del Gobierno, en la nueva formación? Máspero es claro en la respuesta: «No ha audicionado ni presentado su currículum. Tendría que haber pasado por las mismas pruebas que cualquier aspirante si desea entrar en la formación», aseguró con gesto serio, que sólo descompuso cuando le tocó el turno de la palabra a la coqueta Measha Brueggergosman, soprano canadiense que en «Auge y caída de la ciudad de Mahagonny», de Kurt Weill (y que se estrena el 30 de septiembre), interpreta a una prostituta. Con coquetos mohínes, dio las gracias a Mortier por haberse fijado en ella: «Cuando me lo propuso me lancé. No me puedo creer la suerte que tengo», sobre todo, insistió, por haber coincidido con un tenor tan apuesto como el que cantará en la ópera de Weill, una obra que Mortier defendió a capa y espada (se había criticado su elección puesto que hace sólo dos años se representó en el Matadero): «No es música de cabaret, es una ópera que no ha perdido un ápice de su actualidad después de 90 años y uno de los grandes títulos del XX».
La Fura y su padre
El director artístico y musical del Teatro Real no ocultó la gran amistad que le une a la Fura del Baus, con quien trabaja desde 1996 y por quien confiesa una mayúscula admiración. Carles Padrissa y Ramón Ollé, dos de sus representantes, ocupaban un extremo de la larga mesa, dijeron que su trayectoria estaba marcada por el belga: «Elegir, además, una ópera como ésta es tomar posición. Se trata de una buena y completa reflexión sobre el momento actual».
Padrissa prometió novedades y dejó a la audiencia boquiabierta al asegurar que no habrá proyecciones (marca de la casa), «sino que hemos rescatado diapositivas, las hemos rescatado, digamos, y hemos buscado la raíz residual de la Fura, la de los años 80».
Dimitri Tcherniakov, director de escena del Bolshoi, que hoy desembarca sin miramientos en el Teatro Real, no quiso entrar en polémicas sobre el revuelo que supuso el estreno del montaje que llega al coliseo madrileño en Moscú: «Las entradas se agotaron debido a la controversia que generó y aún hoy, cinco años después de su estreno, lo recuerdan. Parte de la vieja guardia no lo aceptó bien, pero los resultados fueron satisfactorios». El tercer título que se verá en septiembre, el día 15, es «Montezuma», en los Teatros del Canal. Mortier confesó que desea ver la reacción del público (en Edimburgo fue muy contestado este verano): «Es para los jóvenes, un divertimento. Además, el teatro debe reflexionar sobre la historia», dejando entrever que para nada las tiene todas consigo. Habrá que esperar dos semanas. Y adelantó que montará «Don Carlo» poc antes de su despedida: «Me da miedo hacerlo en Madrid, de ahí que lo deje para el final».
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