Fraude de hidrocarburos de Aldama

Presidencia del Gobierno
Llega la hora de la verdad. Toca levantar las cartas y ver la jugada. Las jugadas. La que pueda y deba hacer el Estado de Derecho y, naturalmente, la que aguardan a perpetrar y consumar nacionalistas vascos y catalanes. En esta ocasión al alimón, y ahora sí haciendo piña, tanto los que visten corbata como los que lucen tatuajes, a los que habíamos tenido (¡qué ingenuos y qué pardillos!) por moderados con los que han recorrido imparablemente un camino «heavy» hacia lo salvaje.
El momento de desleal y traidor desmelene de Artur Mas y sus indoctrinadas y entontecidas huestes sumado a la más que previsible mayoría en votos y escaños de la tenebrosa pinza Bildu-PNV en los comicios del domingo es, en toda regla, un desafío mayúsculo: a la convivencia, al sistema de libertades, a los derechos más fundamentales de millones de compatriotas, al futuro de España y, obviamente, a su unidad e integridad territorial.
Empezando por lo último, la democracia no podrá ser inflexible ante lo que la Constitución es, en su espíritu y su letra, implacable. Y eso quiere decir que los políticos y las altas instituciones del Estado deben estar ya en guardia para evitar que los amagos de sedición, los actos de pura y dura ilegalidad con los que se amenaza desde la mismísima mañana del 22-O no pasen de ser eso: bravuconadas, exabruptos propios de una calentura transitoria de quienes se han erigido en peligrosísimos iluminados.
Quienes pretenden vernos debilitados y divididos están al ataque, van a seguir empujando, enredando, golpeando nuestros intereses y contaminando nuestra estabilidad. Plantean un envite esquizofrénico y desmesurado. Y nos van a encontrar. A quienes creemos en una nación compacta que pueda salir adelante por el bien de todos.
Nuestras élites no pueden dar un paso atrás o al lado amilanados por estos revoltosos y viejos caballitos de Troya. Deben marchar hacia delante con la ley en la mano. Sólo con la ley pero con todo el peso de la ley.
Fraude de hidrocarburos de Aldama
Sánchez y la Legislatura