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Poligoneros uníos todos por Manuel CALDERÓN

La Razón
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Incluso a los que no les gusta el fútbol, o directamente lo desprecian, acaban aprovechando su rico repertorio de metáforas, sobre todo si son políticas, para hablar de la esencia misma de lo español, de lo antiespañol, de su ADN, de la gota de sangre que los parió. Sobre la victoria de España en el Mundial de Suráfrica se ha dicho de todo, porque ha sucedido casi todo: sangre, sudor, lágrimas y amor. Los antropólogos, los sociólogos, los psicólogos, los diletantes con beca, han estado acechantes para intentar comprender algo del comportamiento de las sociedades modernas, postmodernas y líquidas. Para mí, lo más «cool» que he leído ha sucedido en los bajos fondos de internet, en concreto en los comentarios sobre los barceloneses que celebraron en la calle la victoria de España. «Realmente a España solamente le queda el Lumpenproletariado». «Ayer los quinquis y los killos se pusieron las botas». «Killos, chonis y poligoneros de la periferia...». No pasa nada: Barcelona acoge con orgullo la mayor feria de coches tuneados. Juan Marsé escribió en 1966 «Últimas tardes con Teresa», donde dio entrada al Pijoaparte, un personaje desarraigado del que se encaprichó una joven burguesa. Bigas Luna también se encaprichó de una chica de barrio y así le puso el ojo a la periferia en «Yo soy la Juani», o cómo buscar una identidad o hacerse una persona humana aunque con un poco de «tunning». Cuidado con los killos, los chonis y los poligoneros.