Huelva

Desprecio de las chicas por Cristina L Schlichting

La Razón
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Hace diez años una profesora de Huelva me llamó denunciando el caso de una alumna que se había derrumbado aterrada en sus brazos. La chica, una menor, padecía una hemorragia y estaba tan asustada que le confió a su maestra preferida que había tomado la píldora del día después por tercera vez en aquel curso.

Conté el suceso minuciosamente en un reportaje, en pleno debate sobre el medicamento, pero ni aquel caso ni las aportaciones de médicos y farmacéuticos explicando que las medicinas deben ser recetadas por un facultativo impidieron la libre comercialización en las farmacias. Ya por entonces el sistema andaluz de salud proporcionaba el fármaco en las urgencias de los hospitales sin preguntar otra cosa que la edad de las pacientes –a efectos sociológicos–. Por esa razón era posible que las muchachas obtuvieran tres veces o más la substancia, con los riesgos consiguientes: porque ningún médico llevaba cuenta de que lo hubiesen consumido.

Y la cosa se agravó, insisto, cuando Trinidad Jiménez decidió su venta libre a los consumidores privados en cualquier farmacia sin previa prescripción. La píldora del día después es desde entonces más fácil de tomar que un jarabe para la tos con codeína (que requiere receta) o, por supuesto, un antibiótico. Tan flagrante contradicción, denunciada una y mil veces por muchos colectivos sanitarios, sólo se debe a razones ideológicas, derivadas del deseo de educar a los menores en la mal llamada libertad sexual, con el agravante de que ha disparado las enfermedades de transmisión sexual.

Muchos chicos exigen desde entonces la práctica del sexo sin condón, en la conciencia de que no sólo importa poco o nada el coito, sino las consecuencias del mismo, que se solventan por tres duros. Lo de menos, claro, la salud de la chica.