Nueva York
Charlene acertó con un escote que tenía truco por Jesús MARIÑAS
Parece un momento recuperador de un ayer inmediato. Y no lo digo por la constancia repetidora del colorista Pucci de hace 14 años, que Ana Rosa ahora exhuma como auténtico fondo de armario.
O porque Marisa de Borbón recupere el modelo en seda verde estrenado hace un año para la boda de los Yébenes, aireado ahora en la despedida del único hijo soltero que le queda a Juan Abelló y la exquisita Ana Gamazo, un cóctel donde Cary Lapique insitió en el barato aleopardado lucido con Carmen Martínez-Bordiú en el lanzamiento del Jaguar millonario. Son ejemplos de adicción a un traje, el de Ana Rosa merece una vitrina antológica sin nostalgia como puede haberlo en la resurrección oportunista de Paqui de Mónaco o Adans Peres, último marido de la inconformista Estefanía.
Boris Izaguirre se equivocó en «Divinity» ante una jovial y luminosa Nuria Roca atribuyéndole al mítico Adrián el diseño casamentero de Grace Kelly que ideó Helen Rose, traje antológico copiado de cintura a cuello para el enlace de Kate con Guillermo. Un despiste incomprensible de quien va de nuevo Petronio e infalible árbitro de la elegancia, aunque la suya deje que desear: inefables sus zapatos bicolor con calcetines colorados como regalo del convaleciente Chávez, tan dado a la estridencia. Lo de Grace marcó época con sus 23 metros de seda marfil, 90 de tules en la falda y 274 de encaje valenciano bajo isabelino tocado formando corazón, nada que ver con el estilizante diseño de escote cruzado disimulador de hombros imponentes de la nueva princesa.
Vi cierta melancolía en el acróbata Adans. «Nunca tuve nada que ver sexualmente con Ana Obregón, puedes desmentirlo diga ella lo que diga», me aclaró de entrada, quizá para que no incurriera en algo que podía empañar su buen gusto. Hasta ahí podíamos llegar. «En cuanto a Stefani –que así la llama–, me equivoqué por juventud. Me llevaba 10 años y tenía mucha experiencia. Yo me confié y no supe ver lo que me pedía. Estaba muy enamorado, hasta tal punto de que cuando la conocí yo tenía novia. Pero flipé cuando la ví en el Festival Internacional de Circo.
Nos casamos en seguida y descuidé lo que ella precisaba. Seguí con mis viajes y actuaciones por el mundo, no reparando en las necesidades del cargo y representación que Stefani ostentaba. Pretendí llevarla a mi bohemia y tan sólo duramos diez meses. Hoy me arrepiento», me dice casi en un «ay» mientras se pone lánguido. Fue el tercero y último marido. Un recuerdo como el que Hermés inventó «pour Grace» o los rizados pendientes de 8.000 euros en oro, brillantes y una perla diseñados por Van Cleef para la entonces princesa. Ya son museístico y pueden verse en una muestra antológica del joyero montada en Nueva York.
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