Londres
Aquí cagó Lennon
Un comprador anónimo pagó el otro día en una subasta 11.500 euros del ala por el inodoro que tuvo John Lennon en su casa de las afueras de Londres en la época en que se jiñaba en todo por una cuestión de principios. La abundancia de pujas cuando los organizadores no esperaban una oferta de más de mil libras revela no sólo la buena salud económica de los coleccionistas de fetiches, sino también una potente afición escatológica por la intimidad de los grandes mitos de la música.
En esta taza de porcelana inglesa campestre más o menos bien conservada es de suponer que no sólo defecó el autor de «Imagine», sino que también pudo asentar sus posaderas Yoko Ono y pasar manchando su regazo los excrementos de Paul McCartney y el resto de los Beatles, lo que implica una memoria de las entrañas de artistas que en su momento también sería consecuencia y reflejo de los entresijos de la creación. ¿Quién nos dice, por ejemplo, que «Let it be», o «With a little help from my friend» no fueran canciones paridas en pleno esfuerzo por echar un zurullo en el ya histórico retrete?
Marcel Duchamp inventó el «Ready Made» cogiendo un urinario, firmándolo y colgándolo en una exposición, convirtiéndolo en objeto de arte por la simple elección del artista. Tal vez sea un caso parecido el cagadero de Lennon. En su época tuvo mucha popularidad un póster de Frank Zappa haciendo de vientre en pelotas. Lo curioso sería que se pusiera de moda la pasión de los fans por los sanitarios y las deposiciones de sus estrellas favoritas. No sé en cuánto se podría cotizar, yo qué sé, el de Amy Winehouse teñido de diarreas y vómitos de oscura procedencia, pero puede que hubiera quien le gustara tener en casa uno brillante y limpito como el de Julio Iglesias, o uno con capacidades giratorias por el que haya pasado el trasero de Bisbal, o desde luego, uno con carácter vibratorio que haya soportado las sacudidas viscerales de Shakira. Debe haber modelos para todos los gustos con música de cañerías.
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