Casas reales

La estrategia Grimaldi por Andrés MERINO THOMAS

Carolina colocó cariñosamente la flor a su hijo en presencia de su hermana Estefanía
Carolina colocó cariñosamente la flor a su hijo en presencia de su hermana Estefaníalarazon

Todavía hay quien cree que Raniero y Grace se casaron sólo por amor y no hubo detrás una gigantesca campaña para potenciar la economía y la imagen, en definitiva, el prestigio del Principado de Mónaco a mediados del siglo XX. Después del estudiado esfuerzo de Alberto II por implicar a sus compatriotas en las celebraciones de su boda, nadie puede dudar de que los monegascos, con su familia real a la cabeza, son perfectamente conscientes de que su pervivencia como nación depende de su dinastía. Ya advierte en su Constitución y los tratados internacionales de que en caso de extinción de los Grimaldi, el mini estado formaría parte de la República Francesa. Desde hace siglos, los antepasados de Alberto, Carolina y Estefanía han desplegado todo tipo de estrategias matrimoniales. Pero cuando éstas han fallado, para asegurar su sucesión en el trono y la independencia geográfica y económica del principado, han contado con recursos muy prácticos.

Los Grimaldi son el único linaje europeo que dispone, desde hace más de un siglo, ¡de una Ordenanza sobre las formas de adopción de la Familia Real! No es que un artículo más de una Ley de la Corona permita adoptar, es que hay hasta modalidades para hacerlo. Porque no sólo en 1919 Luis II, reconoció a su hija extramatrimonial, la que fuera princesa heredera Carlota (madre del príncipe Raniero). Es el caso más citado y conocido. Anteriores soberanos como Antonio I (1701-1731) y Honorato V (1819-1841) tuvieron también hijos naturales. Éste último llegó a nombrar a uno, nacido de su relación con una criada, marqués de Baux. Pero no todos ellos fueron reconocidos ni legitimados.

Es cierto que, aunque la vida privada de los Grimaldi no ha sido muy distinta de la de otras familias reales europeas, sus avatares dinásticos les han hecho pagar un peculiar peaje en cuanto a imagen dinástica se refiere.

La no muy abundante presencia de invitados regios de primera fila en la boda de ayer no puede interpretarse como un boicot. Desde luego, nada parecido al que sufrieron en 1956 Raniero y Grace, en el que la única soberana asistente fue la Reina Victoria Eugenia de Battenberg, madrina de bautismo del príncipe Alberto, protagonista ayer. La viuda de Alfonso XIII recibió siempre un exquisito y cariñoso trato por parte de los padres del hoy soberano monegasco. Pero incluso el debate suscitado en la opinión pública europea beneficia la imagen de un principado peculiar.


Andrés Merino Thomas