Partido Republicano
Hora de gobernar
El mensaje a Obama no podría haber sido más claro: no abandone los objetivos. Cambie la forma de trabajar. Existirá la tentación de interpretar la pérdida de la mayoría demócrata en la Cámara y de al menos seis escaños en el Senado como rechazo al programa de Obama, aquel por el que fue elegido en 2008. Los votantes en EE UU no son tan inestables. Obama encadenó varias crisis sucesivas que ni él ni los demás habían anticipado, y el peso acumulado terminó frustrándole. El mayor problema con diferencia es la economía, el derrumbe del sistema financiero desde otoño de 2008, cuando Bush todavía era presidente.
También se ha visto afectado por las guerras heredadas y los atrasos en las necesidades nacionales, que van desde un sistema sanitario disfuncional a los sectores energéticos. Haciendo frente a todos estos desafíos al mismo tiempo, Obama hizo lo que parecía natural. Recurrió a sus desproporcionadas mayorías en el Congreso y dijo: «Amigos, os necesito para arreglar esto».
Los demócratas del Capitolio respondieron como lo hacen siempre. En lugar de actuar con disciplina, perdieron el tiempo y utilizaron los retrasos para negociar ventajas para sus electorados y donantes. Lo que empezó siendo un contundente estímulo económico, junto a los proyectos de sanidad y energías, se convirtió en una monstruosidad legislativa ineficaz y presuntuosamente cara.
En algún punto del camino, Obama perdió de vista su promesa de contar con las ideas y los votos republicanos. Puede que nunca hubiera ninguno, pero él nunca hizo la prueba sinceramente. Y a medida que se veía más envuelto en la política demócrata del Capitolio, menos incentivos había para que algún republicano contribuyera a su éxito. De esta forma se asestaba un doble varapalo a las esperanzas despertadas por su elección. En lugar de cooperación, volvió el peor tipo de partidismo. Y en lugar de cambiar la forma en que operaba Washington, él pareció ratificar el funcionamiento de costumbre.
El resultado, una paradoja: rechazo masivo de la opinión pública a la trayectoria de un Congreso y una administración que lograron importantes objetivos, incluyendo la aprobación de medidas económicas relevantes y una histórica ley de reforma sanitaria.
¿Qué lecciones debe extraer Obama? El error más grave sería que abandonara o que rechazara su propio programa de Gobierno. Si hay que derogar la reforma sanitaria, que sea después de las elecciones de 2012, cuando tenga posibilidades de defender su labor. En su lugar, debería volver a sus planes originales de Gobierno, que hacían énfasis en el trabajo con los Republicanos. Y el diálogo con el secretario de la oposición en el Senado, Mitch McConnell, y el probable presidente de la Cámara, John Boehner, deberían empezar de una vez.
Obama intentó gobernar siguiendo el modelo preferido por los demócratas del Congreso. Consecuencia: pérdida de escaños y de su propia reputación. Ahora debería gobernar a su manera. Peor no puede salir, y podría dar mejores resultados.
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