Caso SGAE
El ocaso del Faraón
¿Forzará la Justicia su jubilación?
MADRID- «Get On Your Knees», su gran canción del verano gestada en Los Canarios, fue, por motivos obvios, una frase replicada por cientos de «tuits». Amaneció el día con los resultados electorales y, por tanto, con la sensación de que nada podía cambiar en la SGAE, pero las siguientes horas confirmaron lo que ya veníamos barruntando desde hace tiempo: atravesamos un final de un ciclo. Los candidatos de la lista opositora en Audiovisuales acababan de dejar la sede de SGAE para reclamar por qué pese al gran respaldo de votos no habían obtenido representantes en la Junta, cuando llegó la Guardia Civil irrumpió.
Quizá el retiro que no le han brindado los socios, apenas tienen derecho a voto poco más de los ocho mil de un total de cien mil, lo decida en un breve un juez. Las redes sociales, siempre activas contra él, echaron chispas despidiendo –quizá precipitadamente– a este hombre que triunfó con Los Canarios y se escoraró posteriormente hacia el rock progresivo.
Su historial de servicio es incontestable: de los 23 millones de euros que se recaudaron el año que aterrizó hasta los más de trescientos del pasado. Eso sí, el coste en imagen para los autores ha sido igual de alto. Algunos de sus colaboradores le dejaron por la «deriva autoritaria de una persona que se metió en esto para ayudar a los artistas». Otros creen que «nunca ha sido un cultureta, pero sí un estajanovista», como declaró a este diario Juan Márquez miembro del grupo de los 70 y luego vicepresidente de Sony para Latinoamérica. Sus buenas relaciones con el PSOE le han ayudado lo suyo, para empezar logró expandir espectacularmente las vías de financiación de este colectivo gracias a la Ley de Propiedad Intelectual que aprobó el Gabinete de Felipe González en 1987. Su voracidad recaudatoria llamó la atención de sus colegas internacionales que le pusieron al frente de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores. En 1995 se convirtió en presidente del Consejo de Dirección de la entidad. Precisamente, cuando empezaron a multiplicarse los ingresos no identificados que engordaron al proyecto faraónico de Arteria. Hoy la Justicia apunta a que quizá no fue el único monstruo al que dio de comer.