Feria de Bilbao

Serafín Marín se la juega de verdad

Las Ventas (Madrid). Domingo de Ramos. Se lidiaron toros de Mari Carmen Camacho, el 5º, devuelto, igual que el primer sobrero de Canas de Vigouroux, sustituido por el 5º tris de Mauricio Soler Escobar, descastados y de mal juego en conjunto. Media entrada.Víctor Puerto, de blanco y oro, cuatro pinchazos, dos avisos, pinchazo hondo, trece descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada, descabello, aviso (silencio). Serafín Marín, de rosa y oro, buena estocada (saludos); estocada (vuelta al ruedo). Javier Cortés, de azul y oro, estocada que hace guardia (silencio); estocada, tres descabellos, aviso (silencio).

Escan__LDG3632
Escan__LDG3632larazon

Un horror. Salir al centro del ruedo a vértelas con el toro. Aquel toro, que no era cualquier cosa: tercero que abandonaba la puerta de toriles en ese turno (quinto de la tarde). 682 kilos y, aquí viene lo peor, pasado de largo de cinqueño. Ah no, que fue peor cuando Serafín Marín, valiente él, se fue a por el toro, con el hierro de Mauricio Soler Escobar, ahí lo llevas, y el animal salió huyendo. Despavorido, sin capacidad alguna para disimulo, tanto fue así, que se sintió capaz de repetir al siguiente cite. En los terrenos de toriles le hizo Serafín entrar en la vereda de lo que era la capa en el ruedo, andaba el toro pastando en el centro del redondel. La historia no cambió a mejor. No a las facilidades. Jamás se enteró el animal de lo que era humillar, no hablemos de entrega. Ponerse con la muleta era una acto de fe, de valor y de tener las ideas muy claras. No se podía defender esa faena con otro argumentos. Y los de Serafín Marín fueron muy serios. Tragó lo indecible desde el principio y eso que el toro era un puro amago de querer coger y por arriba, nunca por abajo. En vez de irse raudo a por la espada, plantó cara el catalán, se presentía la cogida, evidente si el pase le rondaba por la izquierda. Y en uno de pecho le marcó en la taleguilla, el duelo estaba servido. Las cartas sobre la mesa. Se sobrepuso Serafín en una de esas faenas que penden de un hilo, la enfermería estaba a la vuelta de cada muletazo y le metió en el canasto en un trasteo diestro. Puro y de mucha verdad. Tanta como tuvo esa estocada. Hasta dentro. Bien rematado el esfuerzo ante un buey. Se le pidió la oreja. No la dio Trinidad. La vuelta al ruedo resultó incontestable.


Ya antes, en el toro de Puerto, había hecho un quite por gaoneras de los que marcan la diferencia y suben las pulsaciones y remató perfecto con la espada a su primero. El de Camacho dejó mucho que desear, como toda la corrida. No hubo por donde cogerla. Un despropósito a todas luces para celebrar Ramos en Madrid. Pareció que se iba a mover el segundo, pero lo dejó en un amago.
 

Víctor Puerto no tuvo su día con la espada. Se destempló con el primero tras una faena demasiado tibia a un toro sin clase y no estuvo a gusto con el cuarto, que no fue claro.
 

Poco pudo hacer Javier Cortés con el tercero, que era para quitar la afición o el sexto, con el que poca nos quedaría, si no hubiera sido porque a Serafín Marín se le antojó ayer jugarse la vida sí o sí. Con ese quinto, qué mal gusto soltar ese toro en Madrid... Primera plaza del mundo... Cuántos habrían vuelto la cara. No hacerlo era heroico. Entenderá el nacionalismo catalán del valor, de la hombría, de la honestidad, de la pureza, de la lucha, de la entrega, del sacrificio... O quizá esté pasado de moda.