Cataluña
Los recortes dinamitan la relación de Mas con el PSC y la enfrían con el PP
Sánchez-Camacho acusa a CiU de improvisar con el tijeretazo. El president estudia privatizaciones
Barcelona- La economía –reducir el déficit, la deuda y los 584.000 parados que tiene Cataluña–, fue el hilo conductor de la segunda jornada del debate de política general, en la que Artur Mas exhibió sus dotes camaleónicas. El president de la Generalitat adaptó su discurso y comportamiento a cada uno de los interlocutores con los que ayer se enfrentó. Fue severo y combativo con los jefes de los grupos parlamentarios del PSC y de ICV, Joaquim Nadal y Joan Herrera, respectivamente. También con los representantes del grupo mixto, Ciutadans, Solidaritat y el diputado Joan Laporta. Y cordial y comprensivo con el PP de Alicia Sánchez-Camacho y la Esquerra de Joan Puigcercós, con los que, «a priori», tiene más posibilidades de pactar los presupuestos de 2012. Unas cuentas que Mas auguró que no estarán listas hasta enero.
Pese al gran esfuerzo de pesagogía que el president hizo un día antes para justificar su política de recortes, se topó con un PSC que interpretó con contundencia el papel de «poli malo». Nadal utilizó su registro más duro para cargar contra los «dramáticos» recortes. Reprochó al equipo de Mas que lo que está haciendo, cerrando quirófanos o ahogando a los geriátricos, no es pedir sacrificios, sino preparar una «inmolación».
El presidente del grupo parlamentario del PSC alertó de que CiU está tirando adelante «un proceso inexorable de desmantelamiento y privatización de los servicios públicos, en lugar de un programa reformista». Mas no negó que esté estudiando «privatizaciones».
Nadal siguió su ataque acusando al gobierno de estar obsesionado con el déficit y los recortes, para luego emplazarle a estudiar otras maneras «más justas» para salir de la crisis. Por ejemplo, le propuso combinar las políticas de austeridad, con más gasto social y más impuestos. Defendió el impuesto de patrimonio, recién recuperado por los socialistas, y reiteró que fue un error eliminar el impuesto de sucesiones. Es más, tendió la mano al president para negociar un acuerdo en torno al pacto fiscal si repone íntegramente sucesiones.
Mas elevó el tono para defender su política de recortes. Centró el contraataque en la herencia del tripartito. Reprochó al PSC que «esperaba que admitiera su equivocación, ya que más que un agujero nos han dejado un enorme cráter». Recordó que Cataluña paga cada día seis millones en intereses y deseó, «por el bien del país», que el PSC pase «muchos años en la oposición».
El president se mostró más constructivo con el PP. Ayudó el tono conciliador de Sánchez-Camacho que evitó los temas más controvertidos, los toros y la lengua. La única referencia a la inmersión lingüística fue reclamar que se cumpla la ley.
En su primer debate de política general, Sánchez-Camacho, utilizó el castellano dos minutos. Apenas se entretuvo en temas identitarios. Se limitó a reprochar a Mas que su agenda separatista genera incertidumbre y no interesa al país. Tras admitir que CiU y PP en algunas cosas están en las antípodas, tendió la mano a Mas para salir del pozo, no sin antes echarle en cara que se ha equivocado recortando más en las familias que en cargos de la Generalitat y subvenciones. Mas se defendió con un aviso: «Si llegan al Gobierno vayan con cuidado porque en nueve meses no habrán solucionado el paro». Como hizo con el PSC, emplazó a Sánchez-Camacho a sumarse a un frente común catalán en defensa del pacto fiscal, a lo que no cerró las puertas. Mas concluyó con un mensaje épico, CiU gobierna para levantar el país y si nos ayudan mejor.
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