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La otra Sara

La Razón
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Se llama Sara Domene, es cooperante de una Iglesia evangélica y llevaba tres años impartiendo clases de español y destinando sus ganancias a dos escuelas de niños discapacitados en Marruecos. Las autoridades marroquíes la han expulsado por entender que su presencia suponía una grave amenaza para el orden público en El Aaiún, la localidad de la activista Aminatu Haida. Pero tranquilos, a Willy «ciudad imperial» ni se le ha visto allí, ni se le espera. Me gustaría saber qué hubiese pasado si Sara se hubiese puesto en huelga de hambre. ¿Habrían hecho acto de presencia nuestros políticos, nuestra diplomacia?. Lo dudo. Personalmente creo que nunca me interesaría asistir a las clases de Sara, pero tampoco a las de gramática árabe y no se me ocurre tirar piedras a los imanes o quemar mezquitas. No hablo de sotanas ni de chilabas, sino de sentido común. Desde marzo pasado, de los 25.000 cristianos que viven en Marruecos, más de un centenar han sido expulsados por presunto proselitismo. ¿Qué debería haberse hecho aquí con el imán de Cunit o el de Torrevieja?. En Marruecos está prohibido intentar convertir a un musulmán al cristianismo. Casi igual que en España. Llevan años requisando biblias, rosarios y cruces por considerarlos objetos de propaganda. ¿Qué decían algunos sobre el burka aquí en España?. Ya me parecía a mí. Me alegro de que Sara no reaccionara como su homónima bíblica, que desoyendo las recomendaciones de los ángeles de no mirar atrás al ser expulsada de Sodoma, se convirtió en estatua de sal. No corren tiempos para heroicidades. Que le pregunten a Fariñas.