Francia

Aire puro en el Pirineo de Gerona

Su trabajo matutino y diario en televisión la obliga a madrugar mucho todos los días, sin embargo, lejos de redimirse, durante sus vacaciones sigue levantándose muy temprano.

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Susanna Griso tiene claro que no hace falta irse muy lejos para disfrutar de un destino increíble, por eso siempre que puede se escapa a la Cerdaña, una pequeña región del Pirineo gerundense. «Mi marido y yo nos despertamos muy prontito, entre las siete y las ocho, y nos vamos a caminar cuatro horas. Así, cuando empieza a hacer un poco de calor ya estamos de vuelta. Con los pequeños también hacemos alguna excursión a los lagos y al río y así también los hacemos caminar bastante». Todo esto es posible gracias a la impresionante belleza y a la naturaleza de la Cerdaña. Éste es el lugar que eligen Susanna y toda su familia para desconectar.

Sus viajes a este paraje comenzaron cuando ella sólo tenía un mes y medio. «No sé qué tiene… para mí es una zona mágica en la que me encanta perderme». La Cerdaña es un valle muy abierto, por lo que casi siempre hace sol y se ven cielos muy limpios. A pesar del buen tiempo, el clima de esta región tiene algo que a ella le agrada especialmente: «En pleno mes de agosto, dormir un poco tapada con una sábana cuando todo el mundo está en la ciudad pasando calor se agradece mucho».

Susanna disfruta leyendo largas horas debajo de un árbol, cogiendo níscalos, boletus, moras, frambuesas, fresas… Pero sobre todo lo pasa genial haciendo largas sobremesas con su familia, y es que es la pequeña de siete hermanos y, menos ella, todos son unos grandes cocineros. «Yo soy la que me encargo de las ensaladas, los platos más elaborados los hacen o mis hermanos o mi marido». Sin dejar la gastronomía, Susanna asegura que le encantan los desayunos que se hacen en la montaña, «como los callos con capipota, muy consistente, pero se justifica cuando has estado caminando durante horas».

Otra de las cosas que destaca de la Cerdaña es su cercanía con la frontera francesa, donde suele escaparse siempre que puede para deleitarse con exquisitos platos típicos de la gastronomía gala y sobre todo para esquiar. Y ya que anda por aquí, le gusta visitar Llivia, un pueblo muy particular que pertenece a España, pero que está dentro de la frontera francesa. La carretera de acceso y su mantenimiento pertenece a España, pero los campos de alrededor son de Francia. «Además, tiene una de las farmacias más antiguas de Europa y muchísimos restaurantes en los que se come de fábula».
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