Audiencia Nacional

El mayor asesino de la historia por Francisco Pérez Abellán

El mayor asesino de la historia por Francisco Pérez Abellán
El mayor asesino de la historia por Francisco Pérez Abellánlarazon

Por más que lo intento no encuentro a otro que haya matado a más, de una sola tacada, en toda la historia de la humanidad. El noruego Anders Breivik es el mayor criminal del mundo, de todos los tiempos, nacido y criado en uno de los países más civilizados y ricos del mundo. Breivik es el presunto autor de 77 asesinatos, lo que le convierte en el mayor asesino de masas. Y su juicio, que se ha convertido en un circo mediático, pasará a ser una categoría convirtiendo la frase «un juicio noruego» tan descriptiva como sufrir el «síndrome de Estocolmo» o «hacerse el sueco».

La jueza del «caso Breivik» le permitió la lectura de un documento de autopromoción y propaganda «que duró más del doble de la media hora que había anunciado». Entendió su señoría que Breivik tenía derecho a explicarse y aunque lo hizo con palabras duras, ofensivas e injustas, la jueza, lejos de mandarle callar y retirarle la palabra, le llamó la atención educadamente y le pidió que fuese respetuoso. La Justicia, de rodillas ante el criminal.

Desde luego, nada que ver con los juicios españoles, donde a la primera de cambio te exigen que contestes «sí o no; y deprisita». «Explíquele al señor fiscal y a los señores letrados que no tenemos todo el día». Lo que muchas veces es una pasada que descompensa la indagación judicial. En un «juicio noruego» puedes llamar a tus víctimas, aunque tus víctimas sean adolescentes de recreo en la isla de Utoya, «activistas políticos que trabajan por el multiculturalismo».

Breivik ha podido repetirle al mundo la paliza verborreica que ya había dado por internet, colgando 3.500 folios de lo mismo. Breivik es un analfabeto agresivo, con dotes de trilero psicólogico. Así, se inventa demonios como los del «multiculturalismo» que él sabrá lo que quiere decir. Breivik hizo ante el tribunal una defensa encendida de los atentados que cometió el 22 de julio pasado y los califica, con fe de carbonero, como un «acto de bondad» y «patriótico». Le dijo al tribunal en plena cara «que lo haría otra vez». De sus víctimas dijo «que se parecen mucho a las Juventudes Hitlerianas». Esto es, en esencia, el concepto de «un juicio noruego»: jueces que dejan al reo presumir de sus horrores. En España, con la Ley en la mano, sería un delito de exaltación del terrorismo.

Pero lo peor de «un juicio noruego» es que se atreve a juzgar a un imputado del que no sabe si es un psicótico o una persona plenamente responsable. Dos parejas de psiquiatras se enfrentan, cada uno con una argumentación apasionada, acerca de si estamos ante un loco. El destino de Breivik es el encierro; loco o cuerdo.

Breivik no explicó datos esenciales para entender los atentados, pero fueron la lentitud y la falta de tino en la política criminal, las que permitieron un mayor número de víctimas. Habría bastado con un solo agente de guardia en la isla para que Breivik no hubiera podido cumplir su plan.

Según Breivik, «lo único que debe sorprender es por qué un acto así no ha ocurrido antes». Y miren, en esto le doy la razón. Además, escocido en lo más íntimo, aprovechó para defenderse contra los que le llaman «fascista», «narciso» o «psicótico». El «juicio noruego» se autocorrigió impidiendo que la segunda sesión del «brasa de Breivik» fuera retransmitida por televisión para todo el mundo, aunque pueden encontrar la basura completa colgada en la red.