Barcelona

Dialoguen ya por Julián Cabrera

La Razón
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Se hizo popular en la británica Cámara de los Comunes allá por los 70 la frase «Edward va a inventar», coincidiendo con la facilidad del que fuera primer ministro conservador para sacarse de la chistera polémicas artificiales, justo cuando más convenía desviar la atención de los grandes problemas. Y me ha recordado a la efímera legislatura bajo presidencia de Artur Mas en el Ejecutivo de Cataluña, con la misma estrategia puntual de Edward Heath pero aplicada de forma permanente.
De la incapacidad para argumentar ante la opinión publica catalana el por qué de unas medidas de ajuste, en muchos casos ineludibles, se ha pasado a un charco soberanista de frentismo con el Estado, cuyo mayor riesgo pasa por el punto en el que se juega con los sentimientos colectivos.
Pero no perdamos la perspectiva. El problema es poliédrico y una de sus caras radica en la formulación de variables-trampa: dejémonos de hipótesis sobre lo que haría o no la UE ante una Cataluña desgajada del Estado español, o en qué Liga de fútbol acabaría jugando el Barça, o dónde trasladaría su sede esta empresa o aquel banco, de igual forma que tampoco nos perdemos en hipótesis sobre qué parte de territorio le acabara correspondiendo a España cuando se colonice la luna.
 Cabe esperar que desde el minuto uno posterior a los comicios del 25-N el sosiego vuelva a imponerse y no sería ese mal arranque para que de paso, el Congreso de los Diputados deje de ser un «pim, pam, pum» de debates oportunistas como la supresión de los desfiles militares con especial referencia al de la Fiesta Nacional y otros sainetes parlamentarios de los que gustan al portavoz de ERC Joan Tardà, al que vence sobre su condición de profesor de Secundaria, su afán por regresar sacando pecho cada semana a los billares de su barrio en Barcelona tras el numerito parlamentario de Madrid. Qué pereza.