Roma
Entregadas hasta perder la voz
El Patio de los Reyes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial atronaba ayer con las voces de júbilo de las 1.600 religiosas que se reunieron con Benedicto XVI. Estaban desatadas, locas de alegría, siguiendo cada uno de los movimientos y palabras del Papa con rostros embelesados y miradas de enamoramiento. «¡Éstas son las hijas de la Iglesia!», gritaron una y otra vez, consiguiendo crear una atmósfera de emotividad contagiosa en la que el Pontífice no tardó en conmoverse.
En su segundo día en España con motivo la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el obispo de Roma rindió en El Escorial un homenaje a ese vital pilar de la Iglesia que es la vida religiosa femenina, formada por 800.000 consagradas que, en todo el mundo, ofrecen su existencia a Cristo y a los demás. Ante el «eclipse de Dios», la «amnesia» y el «verdadero rechazo de cristianismo» y la «negación de la fe» de nuestra época, su opción de vida «cobra una especial relevancia». «Frente al relativismo y la mediocridad surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado», dijo el Papa.
Las monjas, pertenecientes a un sinfín de congregaciones diferentes, lo que daba colorido y diversidad al auditorio, bebían las palabras de Benedicto XVI. En la primera fila había varias superioras y abadesas de monasterios. Una de ellas era sor Verónica Berzosa, impulsora de Iesu Communio, la flamante congregación surgida con la explosión de nuevas vocaciones en los conventos de Lerma y La Aguilera (Burgos). Una de las religiosas de Iesu Communio, sor Getsemaní, fue una de las monjas que siguieron el discurso del Santo Padre sentada a su izquierda, a muy pocos metros de él, y que le acompañaron cuando cruzó el Patio de los Reyes.
«Es un regalazo», dijo a LA RAZÓN la hermana Getsemaní, quien se emocionó visiblemente al escucharle. No fue la única: la fiebre que desató Benedicto XVI y el fuerte calor consiguieron que varias religiosas tuvieran que ser atendidas por los servicios médicos.
El Pontífice habló de la «radicalidad evangélica» que supone la vida religiosa, sea cual sea su forma de expresión. Así, destacó los «diversos caminos de la vida apostólica»: la educación, el cuidado de los enfermos y ancianos, el acompañamiento de las familias, el compromiso por la vida, el testimonio de la verdad, la lucha por la paz, la caridad o la labor misionera. Son todos ellos igual de válidos y valiosos, igual que ocurre con los distintos carismas. Cada uno de ellos «es una palabra evangélica que el Espíritu Santo recuerda a su Iglesia».
Antes del Papa habló una religiosa de la congregación de las Siervas de María, dedicada al cuidado de los enfermos. «Cuantos estamos aquí queremos ser santas», dijo. También intervino el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, quien aseguró que «sin las religiosas» la JMJ «no sería posible». «Son de lo mejor de la juventud de la Iglesia y de la sociedad y, por supuesto, de España». El encuentro del Papa con las religiosas jóvenes concluyó con la bendición apostólica de Benedicto XVI y el canto del padrenuestro en latín. Fue hermoso escuchar al unísono a las 1.600 monjas guiadas por la voz aflautada del Pontífice.
MÁS QUE UN HÁBITO VAQUERO
«Tenemos mucha alegría de estar con el Papa. Para nosotras Benedicto XVI es muy importante, gracias a él se ha podido aprobar nuestro carisma», comenta Ingrid, una de las jóvenes religiosas del Instituto Iesu Communio y encargada de guiar a las chicas que desean hacer una experiencia con ellas.
Madrileña, de madre alemana y con los ojos azules, Ingrid derrocha alegría por los cuatro costados. «Ser cristiano es algo fascinante, la vocación viene por añadidura. Todas las vocaciones son una preciosidad y no hay una más grande que otra», afirma con una sonrisa. «Sí, sí, sí, el Papa ya está aquí», entonan estas jóvenes religiosas mientras entra el Santo Padre. Entre las que más ganas le ponen se encuentra sor Amada. De las 203 religiosas que viven en La Aguilera (Burgos) cuatro son hermanas suyas de sangre. «Mi relación con mis hermanas es nueva y más verdadera gracias al milagro de la comunión», afirma y añade sobre el encuentro con el Papa que «ver a un santo ya te cambia la vida», informa Juan Cadarso.
Aguirre, anfitriona agradecida
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, recibió ayer al Papa Benedicto XVI en El Escorial, y dio las gracias a los peregrinos por acudir al acto. «Benedicto XVI es un baluarte porque defiende valores como la igualdad, la piedad –que ahora muchos llaman solidaridad–, preocuparse por los demás...», comentó Aguirre, que también se refirió a los incidentes provocados por los laicistas: «Lamento todo lo ocurrido, sobre todo el mal recuerdo que han dejado en peregrinos pacíficos que venían por primera vez a nuestro país».
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