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La Babel actual
Como don Quijote metido de hoz y coz en la discordia del campo de Agramante, así percibo la situación actual. Esto es un «campo de Agramante»: «Lugar donde todos pelean o riñen con todos», según el Diccionario de Manuel Seco. Por doquiera, reina tanta confusión que nadie se entiende. Porque hasta las palabras usuales suenan extrañas, como en Babel. Tristes tiempos estos en que la «credibilidad» y el «crédito», la «verdad» y la «veracidad», andan confundidos. Por ejemplo, leo hoy el titular siguiente: «El caso Marcelino Camacho: ¿veracidad, inmediatez o ambas son compatibles?». Y pregunto: ¿Se puede dar veracidad a la noticia? ¿O es algo que poseen las personas o las noticias por el hecho de ajustarse a la verdad o de ser veraces? Pues, las noticias, si se ajustan a la realidad, son veraces y, por tanto, verídicas.
Pero tampoco se le puede dar credibilidad a tamaño desliz en la noticia. Lo único que le podemos dar es crédito si nos lo merece. «Credibilidad» es una palabra de significado claro y diáfano. La Real Academia la define como cualidad de creíble (que puede o merece ser creído). Y, como tan increíble resulta que en pocos años hayamos pasado de la abundancia a la pobreza, ¿a quién creer o por qué? Nuestro presidente prometió tanta bonanza antes, que ahora la tempestad nos ha vuelto incrédulos. La creencia se funda en el asenso firme que se da a lo que otro dice. Zapatero negó la crisis, pese a las advertencias, y hemos llegado a la recesión mientras solo él persistía en la creencia de que el castillo era encantado. Es proverbial la fidelidad del perro hacia su amo, pero hay animales que a veces pagan muy caro el mendrugo de pan que reciben y han de aullar su pena eterna.
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