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Un héroe de penalti por Pedro Narváez

La Razón
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Las obras completas del chiste engordaron ayer un volumen sólo con los epítetos dedicados a Sergio Ramos. Pocas humillaciones hay peores que aquéllas a las que se somete a los héroes cuando fallan. Si a los generales romanos los esclavos les recordaban en la apoteosis que eran mortales, a Ramos los enganchados a Twitter le clavaron monigotes verbales por los que un levantador de piedras lloraría. Más de uno rezó para que se hiciera pis en la cama y lo descubriera su novia, para convertir sus laureles en la mofeta de los dibujos animados. –Profesora, ¿qué distancia hay de la Tierra al Sol? –La misma que recorrió el balón de Sergio Ramos. Es poner al mal tiempo buen semblante ahora que hasta los blancos tienen la negra y los expertos, a sabiendas de que no lo son para nuestra desgracia, buscan un gafe a quien echar las culpas de su ineficacia. El fallo humano provoca al parecer un descenso de la dopamina en el cerebro, pero más allá de la literatura científica Ramos provocó una suerte de apoteosis del gatillazo en una España necesitada de viagra. Así, lo que fue un balón que entró «en la órbita de Marte» según los trinos de Twitter, se convirtió en la metáfora de un tiempo de errores y esperanza. Es inevitable equivocarse. Ramos se cayó del caballo y no consiguió el pañuelo de su amada. Mala suerte. Los españoles rezan también cada día para que los que mandan no se equivoquen. Otra cosa es que fallen. Entonces me gustaría que, como el futbolista, dijeran: «Si mañana hay que tirar un penalti, lo tiraría de nuevo». Eso es una actitud heroica: hacer tu trabajo –tirar penaltis en este caso– las veces que sea necesario. Héroes, aunque sólo sea un día. Invito a ello.