
España
Locuras de Europa por José María Marco

Los españoles estamos tan dispuestos a la autocrítica destructiva que hoy tendemos a asumir todas las responsabilidades de lo que nos está ocurriendo. Sin duda hemos hecho muchas cosas mal, e incluso muy mal. Dicho eso, también deberíamos tener claro, como ha argumentado LA RAZÓN, que hay y ha habido carencias y errores en todas partes.
El Gobierno alemán, en particular, ha adoptado una línea que lleva a asfixiar la economía de los países con problemas. No se podrá reprochar a los alemanes falta de solidaridad, pero sí un error que consiste en preconizar unas políticas fiscales idénticas para todos sin tener en cuenta la circunstancia ni prever mecanismos que suavicen las transiciones. Sería catastrófico que se estableciesen ayudas financieras que permitiesen a nuestros políticos seguir gastando como hasta ahora, pero no hay razón para retener la ayuda cuando se están dando pasos importantes en la buena dirección.
Por otro lado, la línea de actuación de las autoridades de la UE y de algunos países induce a preguntarse si no será verdad que España empieza a ser vista como un obstáculo para el proyecto del euro y de la Unión. Si las élites españolas no fueran tan respetuosas (alguien dirá tan masoquistas) con «Europa» como lo vienen siendo desde hace más de un siglo, llevaríamos algún tiempo escuchando argumentos según los cuales la desconfianza se debe a los antiguos prejuicios antiespañoles, nunca olvidados del todo. Ya Saavedra Fajardo, a mediados del siglo XVII, habló de las «locuras de Europa». El razonamiento podría ser corroborado por el trato que reciben Italia y sobre todo Francia. Parece que por razones geográficas (Francia) e históricas (Italia), la única que está de más es España. A estas alturas, todavía se concebiría una Unión Europea sin los españoles…
En la Unión falta lo que sustenta el auténtico liderazgo, que es la reflexión seria acerca de la naturaleza y el proyecto de la Unión. Una Unión Europea en la que el principal objeto de debate es el monto de las transferencias y las deudas entre países es una entidad condenada, más temprano que tarde, a la esclerosis y a la quiebra. Sin volver a pensar lo que Europa es y ha sido para el presente de las naciones que componen la Unión, ésta carece de sentido.
Desde otro punto de vista, las instituciones de la Unión se están identificando con un programa económico que es, al fin y al cabo, un programa político. Muchos podemos estar de acuerdo con él, pero una democracia liberal y parlamentaria debería ofrecer la capacidad de no estarlo. De seguir por el camino en el que estamos, se corren riesgos graves de desintegración y desvinculación. Esperemos que los responsables de la Unión sepan lo que están haciendo.
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