Crisis en el PSOE
La droga del poder
Una cosa es que Rodríguez Zapatero se haya convertido en un pesado lastre para el Partido Socialista; y otra bien distinta es ponerle el laurel mediático, así por las buenas, al castellano-manchego José María Barreda. En medio está la posición más cuerda del presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara –uno de los socialistas más sólidos de la actual hornada–: todos pertenecen a la misma «cuadrilla» y todos tienen una parte de responsabilidad en que a día de hoy, si se celebraran elecciones, el PP arrasaría con mayoría absoluta, según la encuesta publicada ayer por LA RAZÓN. A estas alturas de la película, con Zapatero tendido entre las cuerdas, es relativamente fácil levantar la voz, como ha hecho Barreda, y pronosticar una catástrofe si no se cambia la carta de navegación de Moncloa. Pero a estas alturas valen poco –nos valen poco a los ciudadanos– estas casandras que chillan como el rajón de una camisa pasada. ¿Por qué Barreda no dijo esto mismo hace un par de años, cuando Zapatero agostaba en el predio de la espera, entregado al nirvana de su pretendida suerte? Entonces nadie se atrevió a abrir la boca, pese a que el paro subía como el cuentakilómetros de un coche de Fórmula-1. Barreda, entonces, silente, intentaba solventar la papeleta en su comunidad y el presidente le iba cavando el agujero al partido. Porque... ¿es que ningún barón socialista o notable del «aparato» se percató de que el presidente del Gobierno se inmolaba mientras el Fondo Monetario Internacional y las autoridades europeas recetaban un cambio de rumbo?
Lo que le pasa a Barreda es que ha visto venir de lejos la ola que ha levantado Tomás Gómez –que sí es un socialista valiente– con las primaras madrileñas y se ha ido corriendo a por la tabla de surf. A Barreda tampoco le sonríen las encuestas, puede perder las próximas autonómicas frente a Dolores de Cospedal y el barquinazo de las municipales parece ya inevitable. Por eso ha alzado la voz ante Zapatero en este momento y de esta forma. La política tiene estas miserias. El poder debe ser la única droga más fuerte que la heroína.
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