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El fondo y la forma

La Razón
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El traspaso de poderes es una obligación democrática desde que se aprobó la Constitución española, por lo que no cabía esperar otra cosa que una actitud civilizada por parte de quien entrega el testigo y, obviamente, de quien lo recibe. Pero es que en esta oportunidad en la que España ha estado al borde del abismo, el problema no radica en cómo se pasan los bártulos, sino en qué hay en su interior.
Porque las formas pueden ser magníficas, pero el contenido una ruina. Por eso, al margen de las formas, democráticas como no podía ser de otra manera, el fondo resulta fundamental para el devenir de la economía española; y lo que preocupa más, de la posición de España en esa nueva Europa, que renacerá tras la cumbre del 9 de diciembre y en la que, sin duda, debería estar nuestro país formando parte del núcleo duro de la primera velocidad.
Parece una quimera, pero puede suceder. Sin querer pecar de simplista, podría hacerse un paralelismo entre la España que vaya a «heredar» el Gobierno de Rajoy con la recibida por el PP en 1996, cuando el país no cumplía ninguna de las condiciones impuestas por el Tratado de Maastrich para entrar a formar parte de los países fundadores de la moneda única y, finalmente, el tándem José María Aznar-Rodrigo Rato hizo posible el sueño.
En cualquier caso, la semana próxima, en la que medio España disfrutará de un acueducto vacacional, los negociadores enviados por Rajoy la dedicarán a analizar la documentación que consideran de vital importancia y que ya habían solicitado al Ejecutivo en funciones. Ojalá su contenido no sea tan desastroso como esperamos.