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Jesús Aguirre

La Razón
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Jesús Aguirre está siendo despedazado en una producción de la gran fábrica de basuras italo-española. El último marido de la Duquesa de Alba aparece como un imbécil intolerante e histriónico. Claro, que una serie que pretende ser una biografía de la Duquesa de Alba y no acierta en un solo dato –hasta su primera boda la cambian de ciudad–, más que una serie es una gamberrada. Todo se hace así por estos pagos. Y también yerran en las apariencias, en las personas y en sus circunstancias.

Por razones de amistad heredada, y porque lo traté frecuentemente siendo niño y no tan niño, mi recuerdo del primer marido de Cayetana, Luis Martínez de Irujo y Artazcoz, es el que más me une a su familia. Sus hijos y el que escribe somos amigos desde la niñez. Una leucemia se lo llevó en plena juventud. Luis Martínez de Irujo fue el impulsor de la Fundación y del ordenamiento del archivo de la Casa de Alba. Y era una persona admirable, culta y sencilla, dotada de un particular sentido del humor.

Pero también conocí a Jesús Aguirre. Jesús, que venía de cura, era cultísimo, cínico, divertido, trabajador y sorprendente. Fue el alma de «Ediciones Taurus» durante años. Traductor de alemán, que dominaba a la perfección. Se receló de su categoría intelectual cuando fue elegido miembro de la Real Academia Española, cuando en realidad, su cultura literaria y su pasado editor reunían méritos más que suficientes para ello. Estuvo en la Dirección General de Música. La Música, con mayúscula, una de sus grandes debilidades, y como primer Comisario de la Expo-92 de Sevilla demostró su independencia cuando tarifó con el muro oficial y se fue a su casa.

La cultura de Aguirre era horizontal y vertical, y sus palabras siempre despertaban el interés por su ironía y alto regodeo cínico. Así, una tarde que compartíamos mesa y mantel, me interesé por Cayetana y con expresión de harto dolor me contestó: «Últimamente está muy susceptible, y le he dicho que o cambia o se tiene que ir de casa».

Cuando me llamaba por teléfono, usaba de diferentes títulos de la Casa. Un día era el conde de Aranda y otro el conde-duque de Olivares, según el ánimo de su interés del momento. Su memoria no merece esta bazofia. Y nada tiene que ver la Duquesa de Alba con la mala caricatura que se hace de ella en la lamentable producción. Y menos aún sus hijos, que aparecen como unos malotes exaltados cuando en esa casa todo es buena educación, medida y vieja cortesía.

La serie de esa cadena de televisión dirigida por un comunista millonario al servicio de la ultraderecha italiana no aporta nada porque casi todo es mentira. Además, descalifica a un hombre que hasta trasanteayer podría haberse defendido, pero no en la actualidad. No lo hubiera hecho, porque él también sabía administrar el valor de sus enemigos, y éstos le inducirían al desprecio.

Con todo el respeto que me merece Adriana Ozores, su papel de la Duquesa de Alba se introduce de lleno en la comicidad. Pero ello es culpa del realizador de la serie, cuya identidad ignoro. El resto de los actores –con especial relevancia el que intenta parecerse a Jesús Aguirre– son acreedores a mi mayor afecto, y les deseo lo mejor para el futuro, ya que no lo han disfrutado en el presente.
Supina cutrez.