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Jóvenes sin respeto a la autoridad saquean las tiendas movidos por el consumismo tecnológico y crean el caos. Reino Unido se pregunta en qué ha fallado

Los jóvenes saquearon las tiendas con violencia, para robar productos tecnológicos
Los jóvenes saquearon las tiendas con violencia, para robar productos tecnológicoslarazon

La tarde del sábado 6 de agosto, unos 200 vecinos de Tottenham fueron a protestar a la comisaría del barrio. Preguntaban con insistencia por la muerte de Mark Duggan, padre de cuatro hijos. Era una protesta pacífica, pero una adolescente acabó recibiendo golpes durante la manifestación y una ola de violencia se extendió en la calle hasta transformar el norte de la avenida principal de Tottenham en un verdadero campo de batalla. Mientras tanto, en la parte sur de esa calle, se vivía con total normalidad. Fue al día siguiente cuando los vecinos se enteraron de los destrozos.

El peor incendio, aquella noche, fue el de un almacén comercial de tres pisos. Otro centro comercial hispano, el Latin Shopping Centre, situado frente a la mayor área comercial del distrito, Tottenham Hale, lugar habitual para la celebración de cumpleaños, se salvó de la visita de quienes saquearon los grandes comercios de la zona. Al caminar por vías aledañas, podía verse a jóvenes con capuchas, pese al extremo calor, como una señal de desafío a la Policía.

Lo que distingue esta ola de violencia originada en Tottenham de otras anteriores que asolaron otros barrios pobres de Londres o Liverpool es que el conflicto, en lugar de limitarse a las fronteras del mismo barrio –desencadenando varios días de batallas callejeras–, asoló más de 50 barrios de toda Inglaterra. La confrontación duraba pocas horas y de allí, a otra parte. La noche siguiente, la violencia progresiva se contagiaba a doce barrios y creaba nuevos disturbios en Brixton. Si Tottenham es el distrito con mayor composición caribeña, latina y africana al norte de Londres, Brixton es lo mismo, pero al sur. Ambas localidades están conectadas por la famosa línea de metro Victoria.


Como hace 30 años
En Brixton aún se pueden ver algunas huellas del levantamiento anti policial de hace exactamente 30 años. Esta vez los daños fueron mucho menores pero la zapatería Foot Locker, por ejemplo, situada a dos calles de una clínica de maternidad, quedó totalmente calcinada.
En la tercera noche de violencia fueron afectados una veintena de barrios en los cuatro puntos cardinales de Londres. Uno de los lugares que más desperfectos sufrió fue Clapham Junction, área de clase media en la que se construyó la estación de tren con más vías de Europa. A partir del martes, la violencia dejó de centrarse en Londres para esparcirse por varias de las principales ciudades de Inglaterra como sucedió en Birmingham, Manchester o Liverpool.

Lo acontecido ha sido una sorpresa para los vecinos de las zonas afectadas, aunque la chispa que desencadenó el incendio fue la sensación de injusticia y abuso policial por la no esclarecida muerte de un anglo-caribeño de 29 años. El hecho derivó en una protesta que desbordó a todos. Muchos recuerdan casos como los del inocente brasileño Jean Charles de Menezes (asesinado con siete balas en la nuca el 22 de julio de 2005, confundido con un terrorista islámico) y de otros casos en los que la Policía constantemente dio versiones contradictorias al respecto.


Población discriminada
Desde que en 1981 Brixton fuera escenario de los mayores disturbios negros contra la Policía blanca del país, las fuerzas del orden británicas han intentado limpiar su imagen, aunque muchos oficiales de color y latinos siguen sintiéndose discriminados y, en muchos sectores de la población, se aprecia un creciente resentimiento ante las nuevas facultades que la Policía inglesa recibe para detener a la gente en la calle sin dar ninguna justificación.

El mismo barrio de Tottenham en el que el 6 de agosto comenzaron las revueltas inglesas, recuerda al 6 de octubre de 1985, fecha en la que se dio otro estallido fuerte de indignación a raíz de la muerte de la afro caribeña Cynthia Jarrett, fallecida cuando la Policía fue a buscarla a su casa. El Gobierno acusa a los desadaptados y a los delincuentes del vandalismo, pero el caldo de cultivo bien puede ser la forma en la que la Policía ha manejado las relaciones inter raciales y las sospechosas detenciones sin explicación.

El primer ministro británico, David Cameron, asegura que los disturbios son un asunto criminal y que no deben buscarse razones políticas. Las bandas que promueven saqueos obviamente existen. También es evidente que hay un gran número de delincuentes que utilizan a menores de edad para organizar robos masivos.


Atacar a la Policía
No obstante, es difícil concebir que Reino Unido, un país sin mafias conocidas –como sí ocurre en Italia, Estados Unidos o Japón– haya sido capaz por sí mismo de generar un hampa fuerte capaz de coordinar efectivamente disturbios en 50 barrios del país. El objetivo de la furia no eran los negocios sino atacar a la Policía. Una comisaría de Nottingham fue totalmente destrozada el pasado martes. Al analizar las alrededor de 50 zonas donde se han producido los hechos violentos durante esta semana se comprueba que todos se originaron en el corazón o muy cerca de barrios con mucha pobreza, desempleo y resentimientos étnicos.

Varios sectores conservadores echan la culpa a la cultura de beneficios sociales por los que ciertos privilegiados pueden pasarse toda la vida sin trabajar recibiendo ingresos y viviendas de la Seguridad Social. Dicen que esta forma ociosa de vida genera alicientes para el comportamiento criminal, que la cantidad de inmigrantes dispuestos a trabajar más por menos incentiva a que muchos británicos quieran vivir del Estado o que se haya ido minando la familia y los tradicionales valores del trabajo duro.

Hoy hay un millón de jóvenes desempleados (la mitad de ellos pertenecientes a etnias minoritarias). Si en los noventa la educación universitaria era gratuita o bastante asequible para casi todos los ciudadanos, hoy las matrículas han subido a más de 10. 000 euros y se han eliminado de un plumazo muchas becas estudiantiles.

Sin carrera universitaria, preparación o empleo, multitud de jóvenes solo ven un futuro incierto. Además, día tras día, son bombardeados por publicidad salvaje para que adquieran los últimos productos de moda. El consumismo atroz. Con este contexto social, no ha sido casual que gran parte de los negocios saqueados sean tiendas de electrodomésticos, teléfonos, ordenadores y ropa.

Los que han participado en la acciones vandálicas de estos días pertenecen a todas las etnias, con un bajo nivel socioeconómico. Algo que caracteriza los nuevos disturbios es la participación de jóvenes (algunos, por ser menores de edad, saben que podrán eludir las sentencias) y la procedencia de las zonas más marginadas socialmente, que atacan locales cercanos donde suelen comprar las clases sociales más pudientes.


Buen chico, buen padre y buen camello
«Me siguen los ‘‘feds''», es el último mensaje, por Blackberry, que Mark Duggan envió a su chica, Semone Wilson. Lo mandó desde el taxi el jueves en una ruta que, según la empresa, solía recorrer unas dos veces a la semana. Los «feds», la Policía, pararon el Toyota Estima plateado a las 18:15 en Ferry Lane, cerca del metro de Tottenham. Según el informe difundido por la Comisión Independiente de Quejas a la Policía (IPCC), los agentes iban a practicar una detención dentro de la operación Trident, creada para combatir el crimen armado en la comunidad negra. Duggan, falleció a las 18:41, recibió dos disparos: en el pecho y en el bíceps derecho, pero éste ya no lo sintió pues el primero fue letal. Las balas provenían de un arma de uno de los agentes de un comando especializado en armas de fuego de la Policía de Londres (CO19). En el lugar de los hechos también se encontró una pistola cargada. Excusa que usaron los agentes para abrir fuego, y hasta llegaron a decir que él también disparó. La familia de Duggan no entiende por qué tardaron más de 24 horas (36 para ser exactos) en comunicarles lo sucedido y menos que le mataran bajo un argumento de tan poco peso. Por lo que, el sábado 6 de agosto, organizaron una marcha frente a la comisaría de Tottenham a las 17:00. Pedían respuestas y lo tachaban de injusticia. Después, los jóvenes de Londres aprovecharon para saquear las tiendas de electrónica y deportes de la ciudad, algo que ya el domingo la hermana de Duggan criticó: «No en nombre de Mark». Algunos medios británicos hablan de él como un camello, especializado en crack; la Policía, de un «importante actor» en el Gang Star de Tottenham, y su madre, Pamela, se empeña en recordarle en presente como un «buen chico», como «un padre ejemplar que prefiere quedarse en casa jugando a la PlayStation con sus chavales». La casa de Duggan se ha llenado de homenajes, flores y tarjetas en su memoria, los muros virtuales de las redes sociales también se han colmado de pésames y tributos. Eso sí, también hay quien, en cada grupo que se crea en Facebook, cuelga un resumen de cómo Duggan «le pasaba coca». En el diario «The Voice», dirigido a lectores de color, revelaron la profunda amistad que mantenía con Kelvin Easton, «Smegz», en la imagen superior, asesinado en marzo a la salida de un club londinense a puñaladas Cabecillas del Gang Star o no, sus muertes dejan constancia de la dura realidad del barrio de Tottenham.
Informa Esther S. Sieteiglesias.