Suiza

Libia libre

La Razón
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En Libia las cosas han solido suceder, como muy pronto, al tercer anuncio, pero muerte sólo hay una y la de Gadafi pone punto final a su régimen y su guerra. Cayó huyendo de su último bastión importante –Sirte, la ciudad de su tribu, los Gaddafah, y su nacimiento– y a lo poco que le quedaba, otras dos plazas en el interior, les han dado la puntilla. Con ello confirma que su desaparición era indispensable para poner fin a la guerra pero también muestra una vez más el característico déficit de fiabilidad de las noticias procedentes del país: propios y extraños lo hacían paseándose por el desierto con algún grupo de beduinos Tuareg, yendo y viniendo al vecino Níger ¡Cuán equivocados estábamos! Esperamos no estarlo al afirmar que su abandono de este mundo hace inviable un levantamiento de los suyos contra los de ahora. Pero eso no garantiza que los rebeldes triunfantes no estén pronto matándose entre sí o que reduzcan a Libia a un nuevo estado fallido donde los yihadistas puedan anidar confortablemente.
La situación es fluida e impredecible, lo único que con seguridad no cabe esperar es una democracia a la Suiza. En el mejor de los casos, un régimen islámico en el que la sharía o ley coránica inspire todo el aparato legal, con leves concesiones a lo que entendemos por derechos humanos y con una apertura a los occidentales que tan indispensablemente les ayudaron a destruir a su odiado opresor y están prontos a seguir ayudándoles a enriquecerse extrayendo sus hidrocarburos.
El petróleo es una oportunidad de vuelta a los comparativamente decentes niveles de vida anteriores a la guerra, pero en sociedades tan poco estructuradas suele más bien resultar una maldición que alienta toda clase de codicias, rapiñas y tentaciones de vacar en la ociosidad y recurrir a la violencia. Un régimen como el de Gadafi reglamentaba la corrupción en servicio propio y de una nube de auxiliares políticos, dejando para la población unos despojos bastante considerables, todo ello al precio de una implacable mano de hierro. Muchos de los líderes de la oposición fueron hasta el levantamiento beneficiaros del reparto y ejecutores de la represión. Otros son perseguidos y exiliados de remota fecha. Libia ha sido un fértil vivero de yhijadistas, perseguidos por Gadafi, pero reciclados no se sabe en qué medida. La población ha sido milenariamente tribal y eso no se esfuma en una generación. Lo que con esos mimbres pueda construirse, nadie lo sabe.