Bogotá
Chávez desentierra el cadáver de Bolívar
Hasta ahora, Chávez se había contentado con la «exhumación» simbólica del patricio. Ayer, lo sacó literalmente de la tumba.
Según la escasa, aunque triunfal, información facilitada por el Gobierno de Venezuela, los restos mortales de Simón Bolívar, el criollo que encabezó el movimiento de Independencia de América, estuvieron expuestos «a la ciencia» durante 19 horas. La noticia se hizo pública en la madrugada del viernes y en la exhumación, «realizada de acuerdo a todos los protocolos internacionales», participaron más de cincuenta expertos, entre forenses, antropólogos, químicos e historiadores. El proceso fue estrechamente vigilado por el ministro del Interior y Justicia, Tarek el Aissami, y por la fiscal general del Estado, Luisa Ortega Díaz.Muy satisfechos, tanto el Aissami como Ortega explicaron que se trataba de un «día de júbilo en el marco del Bicentenario de nuestra independencia». Al parecer, la tumba de Bolívar, en el Panteón Nacional de Caracas, ha dado «hallazgos importantes» que se darán a conocer cuando el Gobierno de Venezuela lo considere oportuno. Se trata de averiguar si el Libertador murió como dice la historia, de tuberculosis, o si fue asesinado, como sospecha Hugo Chávez, seguidor de una nueva corriente revisionista que, por cierto, trata de demostrar que existió una conspiración colombiana y estadounidense para acabar con el héroe.Aunque la turbulenta historia de aquel período americano demuestra que no hacía falta contar con los extranjeros para apuñalarse por la espalda, la confirmación de la teoría conspiratoria supondría la culminación del imaginario bolivariano de Hugo Chávez. Ahí es nada: asesinado en Colombia y con participación gringa...Simón Bolivar murió en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830 en la finca de un gaditano, Joaquín de Mier y Benítez, buen amigo suyo. Llegó hundido y desalentado. Su sueño de la «Gran Colombia» se había hecho añicos y en su propia patria, Venezuela, el nuevo Gobierno había decretado su destierro. Sus últimos años, preñados de enfrentamientos, le habían visto proclamarse dictador, mientras sus viejos compañeros le abandonaban o urdían planes para asesinarle, que fallaron por poco. Había destruido un imperio para no construir nada.Dimitió el 20 de enero de 1830 y convertido en incómodo huésped decidió partirse hacia el exilio jamaicano.Desde Santa Fe de Bogotá, el duro viaje, con un puñado de fieles, cruzando la cordillera y el río Magdalena le dejó exhausto. Cuando llegó a Santa Marta estaba enfermo. Tenía 47 años y aparentaba muchos más.Alejandro Próspero Revened, el médico francés que le atendió durante los diecisiete días que permaneció en la quinta, nos dejó memoria de su muerte: «Las frecuentes impresiones del paciente indicaban padecimientos morales», escribió el galeno en sus memorias. Pero, además, padecía tuberculosis. El mismo doctor da cuenta de la enfermedad, del tratamiento paliativo y de sus últimos estertores. Hubo otro testigo de calidad: el médico de una fragata estadounidense que se hallaba de visita en el puerto de Santa Marta.Convertido en un mito incuestionable para las repúblicas del antiguo virreinato de la Nueva Granada (Colombia, Venezuela y Ecuador), pocos políticos han escapado a la tentación de utilizar la figura de Bolívar como legitimidad de origen. Lo mismo sirve para respaldar un ideario marxista, que una república neoliberal. Pero Chávez lo ha llevado al paroxismo. Era inevitable que acabara por manosear hasta sus huesos.En éxtasis ante los huesos del LibertadorEl propio Hugo Chávez se encargó de dar la noticia de la exhumación del cadáver de Bolivar. En su perfil de «Twitter», Chávez no ocultaba su emoción: «Padre Nuestro que estás en la tierra, en el agua y en el aire… Despiertas cada cien años, cuando despierta el pueblo. Confieso que hemos llorado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada. Cristo mío, Mientras oraba en silencio viendo aquellos huesos, pensé en Ti. Y como hubiese querido que ordenaras como a Lázaro: ¡levántate Simón, que no es tiempo de morir! De inmediato recordé que Bolívar vive. Carajo. Somos su llamarada».
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