España
La confesión de un fracaso
Han tenido que pasar casi cuatro años de crisis para que el Gobierno admita una parte del fracaso económico aunque fuera a su manera. Durante este tiempo fueron muchos los pronunciamientos de organismos nacionales e internacionales que dejaron en evidencia las actuaciones nada adecuadas del Ejecutivo socialista. Hasta hace unos días, el discurso oficial era todavía que se crearía empleo en la segunda mitad del año. Ni siquiera cambió el guión con la avalancha de los cinco millones de parados, que casi siempre fue explicada con el argumento de la temporalidad o cualquier otro que fuera ajeno a las carencias de las medidas adoptadas o la resistencia a emprender los cambios que se le pedían. Ayer, el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, admitió que la reforma laboral no es suficiente para hacer frente a los problemas de España, si bien responsabilizó en parte a los empresarios por no contratar y por aumentar, en cambio, el número de horas trabajadas de sus empleados. Tras la excusa, obviamente, se ocultaba la resignación y la impotencia de la Administración y la ineficacia de unas propuestas incapaces de solventar los problemas de rigidez de una legislación laboral propia del siglo pasado. El grado del fracaso socialista debe medirse no sólo en los cinco millones de desempleados, sino en el riesgo cierto de que el paro se convierta en estructural. A cuatro días de las elecciones, Campa enterró también las idílicas previsiones de crecimiento para 2011 y las rebajó hasta el 0,8% en lugar del 1,3% inicialmente estimado, algo ya adelantado por diversos organismos económicos. Parecida suerte correrá el compromiso del déficit del 6%, que no se cumplirá, aunque Campa responsabilizó a las comunidades, como si el Gobierno fuera un agente inocuo. La rectificación de las previsiones oficiales convierten casi en papel mojado los Presupuestos Generales del Estado que se encontrará el nuevo Gobierno, lo que agravará las dificultades. Es evidente que se ha perdido un tiempo precioso con un Ejecutivo enrocado en mantener la demagogia por estrategia electoral. Mariano Rajoy es muy consciente de que esta situación de emergencia –con nuestros socios pendientes de España y los mercados con la lupa puesta sobre nuestra deuda– requiere mensajes inequívocos y casi inmediatos que alimenten la confianza y den a España el respiro que necesita. LA RAZÓN publica hoy que el equipo económico del presidente del PP tiene avanzadas las iniciativas de esos primeros 30 días de gobierno, entre las que estarán la ley que limitará el gasto de todas las administraciones públicas, los Presupuestos de 2012, acuerdos de no disponibilidad de determinadas partidas de gasto, incentivos fiscales para emprendedores, nuevas actuaciones para culminar la reestructuración del sistema financiero y la reforma laboral. Los populares, por tanto, están preparados para transmitir a Europa lo que quiere oír de España y lo que espera desde hace años. Y todo desde el rigor y la verdad. Rajoy insistió ayer en ese mensaje: no hay varitas mágicas, pero es posible fijar otro camino para ver la luz al final del túnel.