Del mal el menos por Miguel Ángel ALMODÓVAR

Las patatas fritas, hipercalóricas y muy poco nutritivas, suelen situarse en los primeros puestos del listado de alimentos prohibidos por los nutricionistas, y no es para menos ya que están severamente desaconsejadas en casos de exceso de peso, diabetes, hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia, y trastornos digestivos, hepáticos y biliares. Pero como una cosa es predicar y otra dar trigo, aquellos que sienten la llamada de la patata frita como un irresistible canto de sirenas, deben intentar minimizar el daño y ello se consigue por tres vías. El primer lugar es imprescindible que la fritura se haya hecho en aceite de oliva, que aguanta las altas temperaturas sin descomponerse ni generar desechos tóxicos; además conviene que las patatas sean light, que al menos contienen entre un 20 a 40 por ciento menos de grasa; y por último, pero a la cabeza de la recomendación, lo ideal es freírlas en casa, con aceite de la mejor calidad y en la justa proporción, con un corte más grueso para que absorban menos grasa, y finalmente escurridas en papel de cocina.