Política Cultural
El agujero negro de las ayudas al cine
El ya ex director general del ICAA Ignasi Guardans vuelve a reavivar el fuego de la polémica de las subvenciones a la industria con unas duras declaraciones en las que habla de fraude en su solicitud
Ignasi Guardans ha vuelto a poner sobre la mesa la polémica gestión de las ayudas al cine, sobre las que durante años ha pesado la sombra de la duda. La picaresca de muchos productores al solicitarlas ha puesto el sistema en entredicho, un modelo que ya el ex director general del Instituto de Cine critica: «Defiendo las ayudas, pero que se den con transparencia, con control y a quien cumple los requisitos para tenerlas. Por haber verificado eso y exigido que fuera así han venido algunos de mis disgustos», manifestó en una entrevista a «El Periódico de Catalunya».
En ocasiones, miembros de la industria denunciaron que algunos productores compraban las entradas para conseguir la subvención (generalmente en Comunidades con lenguas propias, con las que el número de espectadores necesario para conseguir dinero es menor) sin preocuparles lo más mínimo que el público viera la película. Otros apuntan incluso a que los presupuestos se pueden falsear para obterner más ayudas sobre proyecto.
Se hayan producido o no estos «trapicheos» –Pedro Pérez, presidente de los productores españoles, asegura que nunca ha visto nada extraño en este sentido–, lo cierto es que el sistema no ha tenido como consecuencia una industria fuerte: en 2008, por primera vez, las subvenciones superaban la recaudación en la taquilla del cine español. Aunque la buena cosecha de 2009 ha invertido esta tendencia, durante el ejercicio anterior se estrenaron filmes que obtuvieron ayudas cuatro veces mayor que su recaudación. El propio Guardans asegura durante la mencionada entrevista que «hay productores que han vivido muy alegremente, haciendo unos cálculos financieros en los que tenían un enorme peso la ayuda ministerial, la ayuda autonómica y las televisiones».
Muchos han apuntado a un exceso de producción (durante el pasado año se rodaron 187 largometrajes en nuestro país) como uno de los principales problemas de la industria: «Es una salvajada. Se deberían redistribuir las ayudas para filmar unas sesenta competitivas», apunta Guardans. Y es que este sector siempre ha sido la niña de los ojos en materia cultural del Gobierno socialista. Desde su llegada al poder, el presupuesto dedicado al séptimo arte ha aumentado en un 170 por ciento. De hecho, mientras otros han visto mermar sus partidas, el Fondo de Protección a la Cinematografía ha crecido incodicionalmente gracias a una ley que así lo estipula.
A la Comisión Nacional de Competencia tampoco le acaba de encajar el modelo de ayudas. En un informe que se hizo público en septiembre de este mismo año la institución pública aseguraba que «en la normativa reguladora de las ayudas se detectó la existencia de criterios de valoración que eran susceptibles de afectar negativamente a la competencia».
La doble financiación
No es la única institución que duda del modelo: según el propio Guardans, «si se confirma la interpretación de Hacienda y de la abogacía del Estado de que con la legislación vigente no cabe la doble financiación Generalitat-ICAA por los mismos gastos, las consecuencias pueden ser muy graves para la pequeña y mediana empresa audiovisual catalana». No en vano, el cine en lenguas cooficiales se lleva la octava parte de las ayudas, y el cine en catalán que representa sólo el 0,8 por ciento de la cuota de mercado será el más beneficiado. Todo esto sin contar los ingresos que obtiene la industria gracias a las televisiones: así, el cine español recibió 920 millones de euros en diez años.
La credibilidad al frente del Ministerio de Cultura de Ángeles González-Sinde, que fue cuestionada por haber sido guionista y directora, además de presidenta de la Academia de cine, recobró vida de nuevo gracias a las palabras de Guardans: «El móvil de la ministra sólo lo tiene la gente del cine, y así se produce una correa de transmisión de los descontentos. Los propios destinatarios de las de las ayudas públicas, que acaban decidiendo, como se acaba de demostrar, quién conviene que esté allí y quién no conviene que esté allí, acaban, directa o indirectamente, contribuyendo a decidir quién quieren que sea su interlocutor. El sector del cine no es sólo el administrado pasivo, sino que tiene mucho que ver en las decisiones que toma el Estado», continúa Guardans.
Las nuevas reglas del juego
Las palabras del ex director general pueden entenderse como su exculpación por haber querido poner un poco de orden en la repartición de las subvenciones. La orden ministerial en la que se fijaban los nuevos criterios fue cosa suya, y, aunque los resultados no se verán, como mínimo, hasta el año que viene, hay criterios objetivos para pensar que la repartición del goloso pastel puede ser un poco más equitativa. Guardans trató de potenciar las ayudas automáticas, es decir, aquellas que se basan en supuestos objetivos como el resultado en las salas. Antes, el estreno de una cinta suponía que las arcas del Estado reportaban un 15 por ciento de la recaudación bruta de taquilla. Ahora ese porcentaje se mantiene a partir de los 60.000 espectadores. Existe además un tope que se fija en el 30 por ciento, como máximo del presupusto, en el caso de las grandes producciones, o el millón de euros. Al sector le faltó tiempo para levantarse en armas ante esto.
Cómo lograr ayuda sin éxitos
Las subvenciones a la amortización, es decir, el apoyo a las películas que más se ven, son las más cuantiosas, pero hay otras opciones, menos golosas, aunque el filme no tenga éxito.
- Con la nueva orden ministerial, se impone un sistema de puntos para las ayudas complementarias de las que se benefician las cintas premiadas en festivales.
- Los documentales y el 3D tienen discriminación positiva, al igual que las cintas en castellano, catalán y gallego, que parten con una ventaja de 2 puntos, equivalentes a 20.000 euros.
- Uno de los temas más conflictivos del nuevo sistema es que en las ayudas a proyecto, entre igual puntuación, se beneficia al presentado por una mujer.
La Filmoteca, bajo sospecha
Uno de los detonantes de la salida de Guardans pudo ser cuestionar la labor de Chema Prado en la Filmoteca Nacional, una decisión a la que la ministra de Cultura se opuso frontalmente. Es posible que una auditoría realizada a esta entidad en junio de este año abriera la caja de Pandora. Lo cierto es que personas de relieve en el sector aseguran que algunos de los datos recabados durante la investigación realizada a la Filmoteca Nacional y recogidos en ese documento son «escandalosos», y que
González-Sinde conoce su contenido. Con todo, este diario se puso ayer en contacto con el Ministerio de Cultura para conocer este informe, y su portavoz aseguró que «la ministra tiene asuntos mucho más importantes que la auditoría de la Filmoteca Nacional». Chema Prado lleva al frente de esta institución veinte años, un tiempo que le ha permitido cosechar abundantes amistades. De hecho, cuando se rumoreó un cambio posible, el productor Paulo Branco reunió numerosos documentos de apoyo de personalidades del cine en apoyo a su continuidad. Y así fue. Guardans se va, pero, por el momento, Prado sigue al frente de una institución salpicada por el escándalo. A principios de los ochenta, el Tribunal de Cuentas detectó un gran número de irregularidades en la gestión. Ahora, el problema puede estar en la gestión administratica y económica y en el proceso de digitalización de sus fondos.
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