Ciclismo

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Cavendish va a por Merckx

Un tren ardiente. Seis hombres que son en realidad vagones, velocidad aplastante y de ritmo delicioso a la vista. Compás perfectamente entonado. Están, en realidad, prefabricados todos, como si fueran hechos por una máquina. Del mismo color. Blanco a franjas amarillas y negras. Detrás, el maquinista, al revés del mundo.

Contador rodó ayer con vendajes debido a la caída sufrida el pasado miércoles. Vea cómo va el tour en documentos adjuntos
Contador rodó ayer con vendajes debido a la caída sufrida el pasado miércoles. Vea cómo va el tour en documentos adjuntoslarazon

Pero siempre es así en los esprints. Mecha que estalla como la de una bomba, un hilo que se consume según pasan los metros y cada uno de esos seis integrantes se va apartando, quemado. Dulce sintonía que abrasa para terminar estallando en las manos de Mark Cavendish, la velocidad con nombre y apellido del Tour. El estruendo, por explosión fantástica, eleva los brazos al cielo que minutos más tarde caen, en jarras, mientras la bicicleta se frena, el corazón se calma y los vagones que son los compañeros del inglés paran a su alrededor para abrazarle. Nada parece distar del guión que cada recorrido llano del Tour desempeña en sus finales. Gana el de siempre. Pero esta vez es distinto, tiene otro sabor. Histórico.
Hay que seguir los pasos de Mark Cavendish, ahora que se puede, una vez cruzada la línea de meta y que el rebelde chico de Man ya camina lento y parsimonioso a la espera de que el corazón baje de las 200 pulsaciones por minuto. Se precisa ojearlo para ver que este triunfo no es como los demás. Observar abrazos, como el de Tony Martin, alemán frío y hierático. Una sonrisa y un achuchón le dio éste. Pero Cavendish quería más, hasta le agarró y lo sacó de la bicicleta. Y Martin, entre la alucinación y la vergüenza se debatía, reía tímido.
A Chateauroux llegó Cavendish hace ahora cuatro años. Era una chaval, un crío como lo es ahora. Ahí empezó su leyenda, la del chico que venía de las dos pistas, la de la bicicleta y la de baile. De niño, el pequeño Mark era todo un bailarín de salón. Lo hizo convencido por su madre. «Y ya entonces era competitivo, siempre quería ganar». Y eso que los chicos de su clase se reían de él. No le importaba. Pero pronto empezaron a dejar de tener alicientes la salsa y el pasodoble. Quería mover los pies más rápido.
«Cuando en el colegio me preguntaron qué quería ser de mayor dije que ciclista». No lo dudó. Por eso se subió al ferry y huyó de la isla de Man para establecerse en Manchester. Trabajó en una sucursal bancaria cerca del velódromo. Se dio dos años de plazo para conseguir su sueño. Todo calculado. Los ojeadores del potente T-Mobile lo reclutaron y se lo llevaron a Alemania para hacerle el mejor esprinter del mundo. El resto ya es historia porque Cavendish no ha parado de sumar triunfos hasta ahora, 17 sólo en la ronda gala, lo que le pone por encima de Jacques Anquetil, con dieciséis. Pero quiere más, insaciable. Ahora va a por el récord que ostenta Merckx, «El Caníbal», el que no perdonaba ni una, ni media, como él. 34 tiene el mito belga. A por ellas.
Hablan en inglés las llegadas masivas del Tour. Sólo eso, pues Bradley Wiggins, la esperanza británica para amenazar a Alberto Contador en la montaña, se borra del plano justo ahora, cuando empieza el Tour, y su temporada, pues Wiggins apenas había corrido reservándose para este festín que suponía iba a conseguir y que no era otro que ganar la ronda gala. No podrá. Una caída le dejó el brazo inmóvil y su sueño, como la clavícula, hecho trizas. Un enemigo menos.

Primer test para los grandes
Superada la primera semana, llega el primer contacto con la montaña y también el primer final en alto. Será en pleno Macizo Central donde estará albergada la meta de la octava etapa. 189 kilómetros con final en Super-Besse Sancy, una subida corta, de un kilómetro y medio al 7,6 por ciento de desnivel medio que llegará tras el Col de la Croix, de segunda categoría y a 25 kilómetros para la meta. Mañana llegará una jornada rompepiernas con tres puertos de segunda, otros tres de tercera y dos más de cuarta. Todo antes de la deseada jornada de descanso del lunes.