Castilla-La Mancha
La enésima semana negra de Zapatero pone en jaque al PSOE
No es la primera y, si todo discurre por la misma senda que hasta el momento, no será tampoco la última. Hablamos de una nueva semana negra para Zapatero. ¿Mala racha? ¿Tendencia? A juzgar por las encuestas, propias y ajenas, todo indica que el viento soplará en contra del presidente hasta final de la Legislatura
Mucho tiene que cambiar el panorama económico y el discurso socialista para que los sondeos se den la vuelta y el Ave Fénix del socialismo resurja otra vez de sus cenizas. Pero ¿hay estrategia para cambiar el rumbo? No hay elemento en el horizonte más cercano que invite al optimismo.
El próximo día 23, el presidente se enfrenta al Comité Federal del PSOE, máximo órgano entre congresos, con las aguas territoriales más que revueltas; en noviembre se avecina una más que segura debacle electoral en Cataluña; o mucho cambia la oposición o el fin de año no traerá el consenso para la necesaria reforma del sistema de pensiones; 2011 en lo que concierne al desempleo seguirá por una senda ascendente; la economía seguirá estancada; en mayo, todo pinta hacia un émulo del castigo anticipado que los españoles dieron al PSOE en 1995 apenas un año antes de la derrota de Felipe González… Hay una honda preocupación en el PSOE.
Por partes. Primero, una recapitulación de la enésima «semana horribilis» del presidente. Empezó el pasado 29 de septiembre con la huelga general que puso fin a seis años de idilio entre Gobierno y sindicatos. Al divorcio con los agentes sociales le siguió un nuevo revés para la economía el jueves 30 cuando la agencia Moody's rebajó a España la calificación de su deuda por la lenta recuperación. Pero con el fin de semana y las primarias de Madrid llegaba quizá la más dura de las dentelladas que nunca antes se le había propinado a Zapatero desde el PSOE: Tomás Gómez, el más nobel e inexperto de los barones socialistas, ganaba a la candidata del «aparato federal», Trinidad Jiménez, las primarias por las que se disputaba el cartel electoral a la Comunidad de Madrid. Duro revés para quien en diez años al frente del PSOE no había tenido la más mínima contestación interna. Gómez aglutinó el descontento de la militancia por las medidas de ajuste del Gobierno y por las formas, sin duda, en que la dirección federal había querido imponer en Madrid a «su candidata».
Ese mismo día un diario nacional, próximo al PSOE, publicaba una encuesta que daba al PP 14 puntos por encima del partido del Gobierno. El lunes 4, el presidente se desayunaba con un pésimo dato, el de los 48.102 nuevos españoles que el pasado septiembre perdieron su empleo. Y mientras el martes 5 intentaba encajar el golpe de las primarias, entonaba el mea culpa y se cuadraba ante un Gómez al que ya creía «el mejor», el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, pedía un plan B al Ejecutivo por si la economía empeora.
El miércoles 6, el otrora todopoderoso del socialismo español, Alfonso Guerra, incluía a Zapatero y a Alfredo Pérez Rubalcaba entre los «perdedores» de las primarias. Las palabras de Guerra aún resuenan en las paredes de Ferraz por lo que contenían de crítica al líder del PSOE y por referirse a su candidata como «señorita Trini». La semana no acabaría sin un nuevo aviso desde el Fondo Monetario Internacional para pedir al Gobierno «más ajustes» en la economía española.
Nada de lo ocurrido desde el 29 de septiembre causaría, sin embargo, tanto revuelo como la voz del presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, para clamar por «un cambio de rumbo», evitar la «catástrofe» electoral e invocar la limitación de mandatos. Barreda hizo temblar con sus palabras los cimientos del PSOE, donde desde el viernes –y con el antecedente de las primarias en Madrid– saltaron todas las alarmas. El manchego abría la veda contra el liderazgo de un Zapatero a quien alcaldes y barones ven hoy más una rémora que un activo para las próximas elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011.
En busca de un gesto
Y ante este sombrío panorama, que empieza a dar síntomas de descomposición, huidas hacia delante y tácticos desmarques, en el PSOE hay pocos que conozcan los planes del presidente. Salvo que de inmediato habrá una campaña de explicación sobre los Presupuestos Generales del Estado y una intensa agenda de partido, poco más se sabe. De ahí que los socialistas reclamen con insistencia políticas y gestos con los que dar la vuelta a la pendiente hacia el abismo al que los conducen todas las encuestas. Hay algunos que creen que en el desgaste electoral que anotan los sondeos se percibe el deseo de los votantes socialistas para que se corrija el rumbo, y que sólo así habrá posibilidades de remontar el partido. Pero son los menos, cierto. El derrotismo se ha instalado en las filas socialistas, donde temen que «distanciarse o criticar a Zapatero» empiece a ponerse peligrosamente de moda entre líderes locales y regionales. Sólo unos pocos no ven, como la mayoría, en la victoria de Tomás Gómez en Madrid y en la reacción del manchego Barreda los primeros pasos de la rebelión del poder territorial previa al «postzapaterismo».
Surtan o no efecto las presiones de quienes quieren modificar este calendario, el presidente no tiene fácil la decisión porque, aunque en su ánimo –según confesó a algunos socialistas cuando empezó el segundo mandato– estaba no presentarse a la reelección, la situación económica se lo ha puesto complicado. Y hay un ilustre socialista que lo expresa con idéntica dosis de realismo y crudeza: «Sólo tiene dos opciones: o repetir o irse con la indignidad de quien huye en el peor momento económico del país y en el aún peor del PSOE».
Quien así habla no ve hoy en el PSOE otra posibilidad más que Zapatero, salvo «por causas familiares de extrema gravedad», vuelva a ser candidato. Dos motivos: uno, porque no hay relevo; dos, porque si tiene decidido no volver a presentarse, tiene que irse al día siguiente de anunciarlo, «lo anuncie hoy o lo anuncie el próximo mayo». Y si lo dice en mayo, tras el más que seguro varapalo de las elecciones municipales y autonómicas y con la economía aún en estado crítico, se iría «de la peor manera en la que se puede ir un presidente del Gobierno, por la borda antes de que se hunda el barco». Y como Zapatero, sostiene un ministro, «no es un cobarde» y además es «nuestro mejor activo», será cartel en 2012. Todo esto pasa por la cabeza de los socialistas, pero ¿qué piensa, en realidad, el presidente del Gobierno? Nadie lo sabe.
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