Estaba cantado. Se había avisado de que habría protestas por el partido de España en México. Los jugadores casi no han acabado sus vacaciones y no han comenzado su preparación. El Barcelona y el Sevilla han de jugar la Supercopa de España y el Villarreal, si no hay marcha atrás desde la UEFA, la primera eliminatoria de la Liga Europa. Jugar el 11 de agosto es inadecuado.
Del Bosque ha tenido que contar con los mejores del momento, con alguna novedad como el villarrealense Bruno. A México no se podía acudir con un equipo de compromiso. Ni por la actual categoría del equipo nacional, ni por el respeto que merecen los anfitriones, que celebran su bicentenario. Era lógico que Zubizarreta, nuevo director deportivo del Barça, se quejara de la llamada de siete de sus internacionales. Del Bosque ha renunciado a Iniesta, pero ello no ha bastado para complacer al club barcelonés.
La selección campeona del mundo debe cuidarse para que su prestigio no se ponga en almoneda. El título debe conservarse con toda clase de prevenciones. No se gana un Mundial todos los años y su gloria ha de conservarse el mayor tiempo posible. Este partido debió tener otra fecha. En cualquier otra todos habrían aceptado con agrado. Solamente Zubizarreta ha manifestado el malestar de su club. Los demás han guardado silencio. Bruno irá feliz porque puede ser su debú. Cazorla tampoco se queja porque es su vuelta. Para el Villarreal, cuatro hombres son demasiado peso.