Berlín

Un órdago por Alfonso Merlos

La Razón
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E l asalto es marca de la casa. La forma de proceder de los ayatolás ante la presión de la comunidad internacional sobre su programa nuclear revela la cara más totalitaria del régimen, en el dudoso supuesto de que tenga varias. Es imposible que se haya perpetrado una agresión de esta naturaleza y envergadura sin el consentimiento o impulso de las más altas instancias en Teherán. Este factor obliga a EE UU y sus aliados europeos a reaccionar en bloque y a hacerlo contra los líderes iraníes. Por dos razones. En primer lugar, porque ante medidas que son consideradas hostiles, como la imposición de sanciones, una potencia con alguna aspiración democrática debe manejar como recurso algo más que la violencia y el juego sucio, que es la única estrategia de defensa que Ahmadineyad conoce. La segunda, porque este estilo barriobajero de contestar a unas medidas de presión diplomática revela que algo se está escondiendo y se pretende mantener en secreto. Ésta es en último término la madre del cordero. La pregunta no es si un sistema teocrático que tiene en su cúspide a una elite de clérigos lunáticos logrará hacerse con el arma nuclear. El interrogante es cuánto tiempo le resta porque, probablemente, ya se ha rebasado el punto de no retorno.

Por consiguiente, no sólo Londres, Washington, París y Berlín deberán reaccionar con contundencia ante actos de salvajismo, sólo atribuibles a quienes en su estrategia de terror no cejan en el manejo de la amenaza. Occidente no puede permitirse perder esta guerra sin haber dado una sola batalla. Quienes se atreven a enseñar este barbarismo primitivo sin ingenios atómicos, ya podemos imaginar qué harán cuando los tengan.