Teatro

Mónaco

Alberto de Mónaco escapada de soltero a Marbella por Jesús Mariñas

El príncipe de Mónaco, en Marbella
El príncipe de Mónaco, en Marbellalarazon

El príncipe monegasco prefirió dejar a su esposa, Charlene Wittstock, dando de comer a los animales del zoo que Rainiero plantó en la zona posterior de su palacete ajedrezado. En aquella residencia nos recibieron cuando Alfredo Fraile, representando a Javier de la Rosa, organizaba campeonatos de golf en las alturas de Mont Angel bajo una carpa dotada de todos los lujos posibles. Carmen Ordóñez acudió en más de una ocasión y Los del Río –que ya se han apuntado al «¡Qué tiempo tan feliz!» de María Teresa Campos– alegraron una de las cenas en las terrazas contiguas al vetusto casino diseñado por Garnier, autor de la apastelada ópera parisina.

Así que, mientras Charlene se dedicaba a lo arriba indicado, Alberto y cinco amigos se fueron a Marbella, que todavía mantiene su ritmo veraniego. Fue un fin de semana completo y apurado a tope. No faltó su presencia en la noche de Olivia Valere, ni una buena comida a pie de playa en el Mistral, vecino al Guadalpín. Se alojaron en casa de un amigo íntimo que los festejó. No sorprendió en ningún momento la ausencia de Charlene, quien parece que ya sólo asiste como representante a los actos oficiales. Emula a Grace Kelly y Carolina de Mónaco, pero siempre la rebasa Estefanía con su aire deportivo. Quien también visitaba con frecuencia la noche marbellí era Gad Elmaleh, el actor marroquí que ahora sale con Carlota Casiraghi, la joven a la que tanto partido publicitario sacan. Así es Mónaco y su gente.

El grupo de amigos de Alberto dejó una estela de despendole juvenil, aunque todos eran bien talluditos, y, como el príncipe, rebasan la cincuentena. Marbella siempre ha sido como un balneario y el príncipe de Mónaco y sus acompañantes dejaron un recuerdo de informalidad bajo unas camisolas «vintage» de estampado hawaiano parecidas a las que lucían un par de beldades rubias que acabaron uniéndose al grupo y con quienes vieron amanecer.

La escapada la veremos en alguna revista, como también la vuelta a los escenarios de Pedro Ruiz. El día 22 de este mes tendrá lugar la esperada cita tras siete años alejado del humor. Escoge reaparecer en el Cine Callao de los emblemáticos Reyzabal. Allí, monta una parodia sobre un hipotético festival de la canción erótica. Memoriza el texto paseando desnudo alrededor de su piscina y proyecta recordar al inmenso Fernán Gómez, hoy perpetuado en lo que se conoció como el Centro Cultural de la Villa. En ese mismo escenario, Gemma Cuervo representa una «Celestina» perfecta sin llegar a la oreada por Amparo Rivelles e Irene López Heredia, antaño eterna en el Teatro Alcázar, en el que también actuaba María Fernanda Ladrón de Guevara.