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Ramón García: «En España se destruye a los presentadores que tienen éxito»

Vuelve a sus orígenes en la radio como fichaje estrella de la Cope

Ramón García
Ramón Garcíalarazon

Recuerda, como si fuera ayer, la disposición de los vinilos sobre la mesa, la aguja del vúmetro oscilando nerviosa, como su ritmo cardiaco, y el olor de ese primer estudio radiofónico en el que comenzó a trabajar después de haber ganado la edición local de un concurso de disc-jockeys en 1983. Eso sí, le produce cierto vértigo pensar que ya han pasado casi 30 años desde entonces. Ramón García reconoce que lleva impreso el «sello» de la televisión, aunque se define, sin titubeos, como «un hombre de radio». Tras haber sido el presentador de moda en la pequeña pantalla durante los años 90, ahora regresa a sus orígenes conduciendo «La tarde» en la Cope y dispuesto a que los españoles sintonicen con su cercanía.
–¿Qué voz cree que hace falta en estos tiempos?
–Una que anime. Nosotros intentamos ver siempre la botella medio llena, ser optimistas con la que está cayendo y dar alternativas a los oyentes.
–¿Y a quién le gustaría llevar a merendar a su programa?
–Más que un programa de invitados, hacemos uno dedicado a la gente. Por eso me gustaría merendar con todas las personas que tengo al otro lado cada día. Me encantaría estar físicamente sentado en el coche de esa madre que va a buscar a sus hijos al colegio, con el taxista, con el que está trabajando...
–Con todos los cambios que ha habido en esta franja de radio, ¿le asusta pensar en la competencia?
–Después de tantos años, ya nada lo hace. Siento respeto, eso sí, porque apostamos por un formato novedoso y revolucionario. Es muy rápido y no hacemos un tema de media hora con tertulianos: cada cinco minutos intentamos darle algo nuevo al oyente. Los cambios de las otras cadenas son positivos. La gente va a empezar a tocar los botones para ver qué le ofrecemos cada uno. Es más difícil cuando llegas y todos están colocados.
–¿Le preocupa que le encasillen en la televisión?
–Tengo la suerte de defenderme igual en los dos medios, pero yo, sobre todo, me considero un hombre de radio, aunque me tengan fichado por la tele. De hecho, lo que más ilusión me hace es cuando alguien me descubre en la radio y me dice que le gusta cómo lo hago.
–¿Qué le debe a este medio?
–No es una cuestión de deber... pero, si le debo algo, es que me ha hecho feliz en la vida y sentirme realizado en la profesión. De la radio salió todo, de allí me llamaron para hacer el programa «Tal para cual» en la ETB, que fue un éxito, y la televisión llegó con mucha intensidad a mi vida gracias a aquello. Pero todavía le debo más a los negocios familiares y a mi madre. Teníamos discotecas, allí puse mis primeros discos, cogí mi primer micrófono... y el don de gentes que desarrollé poniendo copas me ha ayudado mucho para luego empatizar con los concursantes. Fue mi primera escuela.
–Colecciona premios, va sobrado de popularidad y es anfibio: funciona tanto en la radio como en la televisión, ¿le queda algún desafío profesional?
–El programa de mañana, el de pasado... Siento la misma ilusión y las mismas ganas al sentarme cada día frente al micrófono. Y a veces incluso los mismos nervios, aunque la gente no se lo crea.
–De la máxima «escribir un libro, plantar un árbol, grabar un disco», usted ya tiene lo último con Ana Obregón...
–¡Eso fue un error! No se puede cantar peor. Pero había tanta demanda de las canciones del «¡Qué apostamos!» y el «Grand Prix» que TVE dicidió grabar un disco que, imagino, sólo comprarían la madre de la Obregón y la mía. Lo que la gente no sabe es que una de las canciones, «Ay morena», fue banda sonora de la Vuelta Ciclista a España de ese año.
–Tal y como está el panorama, ¿le preocupa el futuro de sus hijas?
–Es lo único que me preocupa. Yo era una persona valiente, un echado para adelante, pero desde que tengo a las dos me entran unos miedos que antes no tenía. Pienso mucho en qué mundo les vamos a dejar.
–Empiece por compartir la receta de la longevidad...
–¡Pero si soy un chaval de 50 años!
–Sí, pero un chaval que ha trabajado mucho...
–Eso sí. Y así debería ser. En este país hay un afán por destruir al presentador de televisión cuando tiene éxito, mientras que en EE UU no se retiran hasta los 70 u 80 años. Aquí llega un directivo nuevo y dice que hay que cambiar, poner a alguien joven, gente nueva. Cuando yo entré en TVE en el 91, estaban María Teresa Campos, Sardá, Joaquín Prats, Constantino Romero, gente que a mí me llevaba una década o 20 años; y esa convivencia es sana. Cuando formas a alguien tienes que mantenerlo, mimarlo y potenciarlo.
–¿A usted lo han mimado?
–A mí me han cuidado. Más que cuidarme, se han dicho «este tío funciona». Yo estuve en TVE 16 años, con ocho directivos y tres cambios de gobierno. Era como Ana Blanco, siempre estaba ahí. Hasta que alguien llegó y dijo que era necesario hacer otro tipo de programas y los presentadores que hacíamos esos formatos dejamos de estar en la televisión, ésa es la pena. Que no se pueda aprovechar dicho tirón y reutilizar a las personas.