El mito de Barba Azul llega al Liceo

BARCELONA- El aristócrata Barba Azul mató a sus siete mujeres y escondía sus cadáveres en una habitación en su noble castillo. La octava mujer descubrió a tiempo su macabro plan y pudo salvar la vida. Este cuento de Charles Perrault, escrito en 1697, se convirtió con el tiempo en un nuevo mito, adaptado de diferente forma en cada época, de Maurice Maeterlinck a Kurt Vonnegut, Pina Bausch o Ernst Lubitch. Dicen que el personaje estaba basado en el terrible Gilles de Rais, que ya inspiró a Huysmans y Georges Bataille. A nivel lírico, inspiró libretos para óperas de Béla Bártok, Jacques Offenbach y, sobre todo, Paul Dukas. Sólo compuso una ópera, «Ariadne et Barbe-Bleue», pero le bastó para dejar su granito de arena en la historia de la música contemporánea.
El Gran Teatro del Liceo recupera esta olvida obra, estrenada en París en 1907, a partir de este sábado y hasta el 6 de julio, con dirección escénica de Claus Guth y musical de Stephen Denve. El elenco cuenta con grandes voces como Jeanne-Michèle Charbonnet, Katarina Karnéus, Patricia Bardon y Jane Dutton. La ópera se inicia cuando Ariadne y Barba Azul vuelven a casa después de su boda y a partir de aquí se sucederá la acción. «Mi primera impresión al entrar en contacto con la obra es que era increíble que no fuera conocida, porque podría ser considerada a la misma altura de Debussy», dijo Guth, quien recordó la vigencia de la pieza, en una época en que la violencia de género se ha convertido en una lacra social. «Hay un debate filosófico sobre el tema de la libertad, asociada también a la idea del miedo, sobre el futuro y sus incertidumbres, que abren una serie de paisajes nuevos», djio.
En «Ariadne et Barbe-Bleue» Guth juega a favor de la música y libera de anécdota la acción dramática para «centrar la dramaturgia en Ariadne, en la nodriza y en las cinco mujeres atrapadas en casa del marido cruel».

Escenografía sobria
La escenografía, obra de Christian Schmidt, es deliberadamente sobria, pues presenta una casa rural centroeuropea de una geometría austera en la que están visibles las seis puertas y el subterráneo como séptimo espacio que oculta y recluye a las cinco mujeres. Completan el espacio escénico unas filmaciones que muestran el exterior de la casa. En cuanto a la dirección de actores, Guth subraya lo esencial. Por ejemplo, la escena del segundo acto, cuando Ariadne estimula el deseo de libertad de las otras mujeres, las sitúa como si estuvieran remando en una barca, todas en la misma dirección.